NUN Y ROCHI

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Nun Thorson es una perfecta copia de su poderoso Padre: Alto, rubio como un sol, de blanca piel algo bronceada y profundos ojos de un azul claro, igual que zafiros, de una complexión fuerte, con músculos trabajados y armónicos, que reflejan su natural fuerza y habilidad para cualquier clase de deporte físico.

Y era natural que el heredero de Asgard fuera un campeón en los combates de espada, de khali, y también a mano limpia, montaba como un centauro e incluso derrotaba a las más celebradas Valkirias en las competencias de tiro con arco. Además, era dueño de un carácter expansivo, gustaba de las fiestas, de hacer amigos, contaba sus conquistas por decenas, y tenía la fama de ser un amigo leal y un excelente compañero en las batallas, aunque como cadete de los Einherjar, y como hijo del Rey Thor Odinson, estaba bastante sobreprotegido. Su vida era valiosa, siempre estaba rodeado de guardias personales y solo por su imparable deseo de aventuras, era que se metía a menudo en aprietos.

Pero nada que su Padre y su Madre no perdonaran, puesto que aquel hijo, por lo demás, los llenaba de orgullo. Con ellos era respetuoso, dócil, obediente y un ejemplo de Príncipe. Por eso, el pueblo Aesir lo amaba, como amaba al Rey.

Nun buscaba siempre problemas, era demasiado inquieto y curioso, consentido en exceso, se le dificultaba aceptar una negativa y sabía salirse con la suya a como diera lugar. Tenía el equivalente Asgardiano de veinte años, demasiada vida, demasiada juventud para ser contenidas por simples reglas y protocolos.

-No soy un niño, pero mi Padre no me deja ser un hombre...- decía, mientras saltaba por enésima vez el muro que rodeaba la Academia Einherjar- Y ahora esto... el Rey fuera de Asgard y yo, obligado a pasar las vacaciones encerrado en la Academia.

-Habla menos y apresúrate, los guardias pueden sorprenderte...- le respondió Alcar, un joven oficial, algunos años mayor que Nun, su mejor amigo desde la niñez. Mientras le acercaba un corcel alado y una capa que lo ayudaría a pasar desapercibido en la ciudad dorada- Toma, cubre bien tu cabeza y tu rostro, eres demasiado hermoso y llamas mucho la atención. No quiero que seas reconocido antes de pasar siquiera la frontera.

-¡No lo permita Odín!- sonrió Nun, echándose encima la prenda y montando con soltura y elegancia- Y recuerda, no me llames "Príncipe" o "Alteza" solo por mi nombre, para no despertar sospechas... solo seré un peregrino más.

-Claro, tampoco a mi me conviene que nos atrapen. A tí, lo mucho, tu Padre te dará un par de gritos, pero a mí, el mío... se llega a enterar que te ayudo a escapar de la ciudad y lo menos, me hará arrestar un año...

-El General Fandral es un servidor muy leal del Rey Thor... no por nada mi padre lo favorece con una sólida amistad.

***

Rochi, Príncipe de Jötunheim, primer nacido del Rey Loki. Despertó esa mañana con el entusiasmo y la ansiedad de sus dieciocho años. En su mayoría, recibía la autorización paterna para acudir a la peregrinación de la sagrada montaña Helgafjell.

Como era conocido, al morir los Gigantes de Hielo no iban al Valhalla, lugar destinado solamente a los Aesir, los Vanir y los Elfos de Luz, las razas más dotadas y hermosas del Yggdrasil. Los Jötnar, creían que sus muertos, aún los más valerosos y nobles guerreros, pasaban a la eternidad en lo alto de la montaña sagrada. Aunque discutían mucho con los Asgardianos, que también veneraban el mismo lugar, pero, como descanso eterno de sus mujeres, lo que no causaba precisamente contento a ninguno de los dos mundos, pero solían tolerarse mutuamente, precisamente, porque quien acudía en peregrinación, obligatoriamente debía comportarse con humildad, estar en paz y no llevar problemas, disputas o comportamientos desagradables.

Otra creencia en el Yggdrasil, era que, quienes se postraban en el templo de Helgafjell, para orar, para ofrecer un sacrificio personal o en arrepentimiento por conductas pasadas, los espíritus que ahí moraban concedían los deseos que nacían sinceramente del corazón.

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