2 ENCUENTRO AL PIE DE HELGAFJELL

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La Montaña Sagrada emanaba un aire de silencio y respeto, aquellos que llegaban hasta sus linderos debían lavarse la cara y las manos tan solo para tener el privilegio de alzar la mirada hacia la cima cubierta de nieve. Si además, pretendían lograr los favores de los espíritus del Templo, era necesario una purificación completa del cuerpo.

Los aspirantes llegaban antes de la salida del sol, pasaban a una enorme cabaña de piedra, con techo de madera, paja y barro, donde eran instruídos de retirarse toda la ropa, cubrirse el área pudenda con un lienzo blanco y pasar a los baños de vapor, alimentados por  una fuente de aguas termales que olía a azufre y minerales. Nun hizo lo propio, dejó su torneado cuerpo al desnudo y cubrió su intimidad con la tela blanca. Lo hizo de prisa y con modestia, pero Alcar no pudo menos que hacer un gesto de antojo y agrado al contemplar la entrepierna del Príncipe, la verdad era que tenía un animal imponente, no eran exageraciones las fantasías que contaban sus ex amantes... su mirada lasciva disgustó al Shamán que cuidaba el ingreso de los aspirantes.

-Tu no- dijo, impidiendo que entrara el oficial Einherjar- Hoy tu alma no esta limpia, no está libre de pasiones carnales. ¡Hay tanta oportunidad para fornicar allá afuera, no en este lugar santo, pero tus deseos se pueden ver a través de tus ojos, de tus gestos! Aquí sólo pedimos tres días de modestia y recato, y no pareces dispuesto a ninguna de las dos cosas. Vete... si deseas intentarlo nuevamente, regresa dentro de un mes y valoraré tu modestia antes de permitirte acercarte al templo.

Nun lo dejó atrás, no podía manifestar su inconformidad cuando ya había sido admitido más allá del primer filtro de los Shamanes. En realidad, no culpaba del todo a Alcar, resultaba complicado no fijarse en aquel desfile de desnudos cuerpos masculinos... algunos muy jóvenes, otros maduros y unos pocos ancianos, pero muchos de ellos, dignos de admirarse. Ocupó un lugar en una de las salas del sauna y cerró los ojos, concentrándose en hacer una oración:

-"Dioses antiguos... hoy he venido con humildad a solicitar me sea revelado mi camino. Quiero ser un hijo valioso para mi Padre, darle honor, hacerle sentir orgullo, pero no quiero marchitarme a su sombra gigantesca, ni quiero tampoco ser más de lo que ha sido el Poderoso Thor... yo sólo quiero ser yo mismo, crecer a mi propio ritmo, aún cuando mi destino sea gobernar Asgard, solo deseo encontrarme en mis propios términos y no en los que los Ministros intentan convencer a mi padre... quiero ser un guerrero completo, quiero tener una vida propia, con mis propios logros y mis propios desaciertos, caminar con la frente en alto, honrar a mi padre y a mi abuelo... pero siempre siendo yo... Nun Thorson..."

Nun sintió la mirada, abrió sus ojos azules y giró la cabeza hacia su derecha, cuidando ser lo más discreto posible... y por un breve instante, por un suspiro de tiempo, se encontró con un par de gemas de fuego, con dos rubíes brillantes que lo miraban con extasío... por supuesto, apenas se supo descubierto, el dueño de aquella mirada la desvió, como si estuviera mirando al vacío y no al cuerpo torneado del asgardiano.

Una campanilla llamaba de cuando en cuando a que no perdieran la oración, y Nun bajó la mirada, atisbando al maravilloso joven de piel celeste que también inclinaba su testa para mostrar su humildad. El Shamán paseaba entre ellos, tocando sus cabezas y murmurando algo... Nun adivinó que era el segundo filtro y que ahí recibirían el primer augurio. No todos lo recibían, si no eran favorecidos debían regresar al día siguiente, y al otro y al otro, hasta obtener su propio vaticinio.

-Buen hijo...- murmuró el Shamán mientras tocaba la testa de Nun- ¿Por qué te sientes extraviado? ¿No es acaso un camino nuevo aquel que nunca ha sido explorado? Ve ahora a purificarte con nieve tierna, cubre tu cuerpo y lava tus dudas, has de abrir tus propios caminos, mantén tu frente en alto, pero tu mirada en el sendero que has de fabricar.

Nun agradeció con emoción, sus ojos azules se nublaron con lágrimas de incontenible alegría. No sabía exactamente el significado de su augurio, pero algo en su interior tenía un deseo enorme de cantar y de danzar. El Shamán le dijo también que los espíritus estaban hablando en su corazón, que se mostraban benévolos hacia él y en los siguientes días, debía hacer mucha oración, hasta lograr que se le mostraran abiertamente.

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