LA ROSA DEL ADIÓS

8 DESAFIANDO LAS HELADAS

8. DESAFIANDO LAS HELADAS.
Loki lo tomó entre sus brazos, sin importarle el cansancio o el dolor, porque en ese amanecer glorioso, además de detenerse la tormenta de nieve que llevaba horas cayendo sin piedad, por fin estaba mirándolo, escuchando su llanto con toda la fuerza de sus pequeños pulmones, como música en sus oidos. Su segundo hijo había llegado al mundo del hielo eterno.

La mañana del día anterior sintió la primera punzada, una especie de calambre en la parte baja de la espalda que se recorría haca el frente, aún así sostuvo dos reuniones importantes con sus Ministros. Pero antes del medio día, junto con la tormenta inusual para esa época del año, que ensombreció el cielo de Jötunheim, Loki tuvo que levantarse de su mesa de trabajo y solicitar con urgencia, la presencia del Sanador.

Acudió al cuarto de sanación, se le colocaron las mantas blancas que rodearían el nacimiento del bebé y se le preparó para la cirugía. Los varones Jötnar que poseían el don de gestar la vida, carecían lamentablemente, de un mecanismo eficaz que les permitiera un parto de manera natural... mediante magia y bajo el efecto de pociones que disminuían el dolor, se practicaba una incisión en el bajo vientre para permitir la expulsión del producto, seguido de la placenta y el órgano que funcionaba como útero. Si todo iba bien, el organismo se recuperaba en pocas semanas y quedaba listo para un nuevo embarazo un par de años después.

Pero no era el caso del Rey Laufeyson, puesto que su primer hijo nació diecinueve años atrás, así que su cuerpo tuvo un buen embarazo y estaba listo para el nacimiento. Se sometió al baño de purificación, con hielo y agua helada, lavó bien su piel, resguardó su cabello bajo un turbante blanco y después, completamente desnudo, se recostó en la mesa de partos. Bebió un té caliente, preparado con ciertas hierbas y minerales, que le hicieron caer en una especie de somnolencia, sintiéndose relajado y dócil a las indicaciones que recibía.

También luchó por no quedarse completamente dormido, pues necesitaba todos sus sentidos para recibir a su bebé. Loki sabía que no le quedaba mucho tiempo con él.

Había una enorme diferencia con su embarazo anterior, pues en el nacimiento de Rochi, siempre tuvo la compañía, el amor y el apoyo de su consorte, pero en este... estaba completamente solo...

-Todo va muy bien, Majestad, ha nacido un varón saludable, lloró fuerte y se mueve inquieto con fuerza. Ahora, procederemos a cerrar y podrá descansar.

-Quiero cargarlo... por favor... quiero ver su rostro, quiero besar sus manos y sus pies...

Loki estaba extasiado. En efecto, era un varón, grande, de piel sonrosada y escasos cabellos rubios. No tenía el color celeste en el cuerpo, hasta que notó que su piel mostraba ligeras líneas similares a tatuajes vivos... su linaje, su estirpe de Gigante de hielo, se reflejaba de una manera sutil.

Pero su ascendencia iba más allá, por las venas de aquella criatura recién nacida, corría sangre Aesir, de otro Dios, de aquel que ignoraba su existencia y que, por crueldad del destino, lo ignoraría para siempre.

-Escucha bien, hijo mío...- susurró Loki en el oído infantil, mientras su mano trazaba en el aire, junto a su frente y sobre su corazón, runas antiguas como símbolos dorados que parecían disolverse bajo la piel del bebé- Tu herencia será imposible de ocultar, cuando todo salga a la luz, cuando los secretos guardados tras muros y cerrojos, escapen incontrolables... entonces tú recordarás tu nombre, y sabrás reconocerme, hoy tengo que despedirme, pero es necesario, te llevas mi alma, mi amor, mi vida, te deseo que vivas feliz hasta que podamos reencontrarnos... tu nombre para lo eterno es Torden, sønn av torden, "hijo del trueno".

Gozó del contacto de la piel de su bebé por breves minutos, porque el Sanador lo retiró para limpiarlo y arreglar el cordón umbilical. Loki sabía que esa sería la primera y la última vez que besaría su frente, sus manos y sus pies...