9 UNA ROSA MÁS ROJA QUE LA SANGRE

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9 UNA ROSA MÁS ROJA QUE LA SANGRE
Siempre sería invierno en su corazón. No importaba que el tibio sol del verano asgardiano lo recibiera calentando su blanca piel, ni importaba el aroma de la lluvia sobre los jardines llenos de árboles frutales, ni el rumor intenso de la cascada, tampoco importaba despertar, después de tantos años, en la misma cama, de la misma habitación donde transcurrió su niñez y su juventud temprana.

No importaba nada de eso porque Loki sentía un frío infinito que se colaba como un agujero negro en medio del pecho, uno que le helaba las venas, que le paralizaba la respiración. Había perdido todo, su trono, su mundo, sus dos hijos... y perderlo todo no era compensado por la cercanía, el amparo y el amor de Thor. A pesar de los esfuerzos del rubio, Loki sentía por momentos que su resistencia llegaba al final.

Pero hizo lo posible por mostrarse animoso y agradecido, libre ya de sus obligaciones en Jötunheim, necesitaba descansar un poco, aclarar sus pensamientos y planear lo que en adelante, tendría que hacer con su vida. Una vida que se negaba a permanecer en paz, que le traía siempre, un invierno frío y desolador como la noche sin luna.

Despertar de nuevo en la ciudad dorada le dió otra perspectiva, hasta el aire se sentía diferente, pues Asgard tenía su propio aroma, era lo primero que tenía que reconocer. Entre aquellos perfumes diferentes a los que se podían percibir desde su ventana en Jötunheim, Loki pudo distinguir uno en particular, un aroma que lo llevó de regreso a los recuerdos la dulce adolescencia...

En la mañana después de que Thor regresara de una misión en Midgard. Una semana atrás, habían pasado la noche juntos. A escondidas de la férrea vigilancia de Odín, el rubio heredero Aesir se deslizó sigiloso por el jardín que sus alcobas compartían, que antes fue su patio de juegos, después, el lugar donde entrenaban y estudiaban, y finalmente, fue la ruta directa hasta su ventana, anhelando algo más que aquellas sesiones de besos y caricias furtivas que los dejaban a los dos muy insatisfechos. Porque su amor era ya incontenible, se soñaban, se deseaban, se querían con todas sus fuerzas. Por eso, aquella lejana y maravillosa noche, Loki abrió el pestillo para que entrara su hermano adoptivo, y ambos, locos de amor y desbordados de ternura, estuvieron juntos por primera vez...

En aquella misma cama... Loki podía evocar como cada milímetro de su blanca piel se estremeció con las caricias de Thor, como lo recibió, tembloroso y anhelante, y sus besos fueron diferentes... no sabían a miel, sabían a fuego, a melaza ardiente que lo quemaba por dentro y por fuera. Fueron muy pocas las palabras que dijeron, pues en medio de la oscuridad de su alcoba, al amor del fuego del hogar, Thor acarició su cabello, sujetó su cuello de cisne, bajó los labios de su boca a la barbilla, delineando cada una de sus curvas y pliegues, hasta llegar a la horquilla del esternón. Se detuvo para desanudar la camisa de seda blanca de Loki, descubriendo la maravilla de sus hombros, de su pecho prístino, de sus tetillas sonrosadas, las que adoró con suaves caricias y besos...

Loki temblaba, un poco de miedo, otro poco de amor, se quitó la camisa y el rubio hizo lo propio, desvió sus ojos verdes de aquel pecho poderoso y músculos bien definidos. Lo había visto así infinidad de veces, pero ahora, todo tenía un significado diferente. Thor sonrió al ver la timidez del pelinegro y tomó su mano, colocándola sobre sus pectorales, pidiéndole así que también explorara su cuerpo, que los dos se reconocieran de una buena vez. Y Loki se sonrojó como una manzana cuando, al contacto con la piel tostada de Thor, su entrepierna reaccionó saltando y endureciéndose de golpe.

Thor se dió cuenta y se movió un poco, para acomodar su propia virilidad que también le molestaba entre la ropa que le apretaba, que pedía a gritos ser liberada. Pero sabía que esa vez, debía ser paciente... además de disfrutar cada momento, se propuso guiar a su hermano con dulzura, con lentitud, en el descubrimiento de la hermosa y próxima intimidad...

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