capitulo 8

1.1K 169 4
                                    

Cuatro de la mañana.

El sueño todavía está en mi, me siento en la cama y reflexionó las cosas. Eso de tener sueño lo pone a uno pensativo.

Hoy es mi incorporación a la infeliz central, espero no haya ningún puto inconveniente.

Suspiro. El destino es una perra y obviamente va a ver inconvenientes.

Omnisciente

Gema Lancaster debería haber llegado hace una semana a la central de Londres, pero apenas estaba arribando. Su retraso no era un accidente; la rabia de haber sido obligada a trasladarse a Londres la había llevado a demorar su llegada lo más posible. Sin embargo, ella es alguien que siempre cumple su trabajo y sabe que tarde o temprano tiene que enfrentar a la trama. Que el destino siempre hará de las suyas para que ella “cumpla su propósito en la historia ”

El capitán Simón Miller la recibió en la entrada. Su expresión era amable y acogedora, un contraste refrescante con el ambiente tenso de la central. Procedió a darle un recorrido detallado por las instalaciones. Aunque él estaba un poco sorprendido puesto que gema es muy joven y ya tiene un cargo tan importante. Le parece alguien admirable.

—Bienvenida, Gema. Espero que te adaptes rápido. Esta es una gran oportunidad para ti —dijo con una sonrisa sincera. Estaba un poco sorprendido por lo linda que es, una morena tan linda, el sonrió un poco. Es muy linda.

La central militar de Londres, era un complejo vasto y bien organizado, con zonas claramente delimitadas para diferentes funciones. Miller explicó cada sección con precisión, pero sin dejar de lado su tono amistoso y un poco, pero muy poco coqueteo. Que la morena le da risa, aunque se le hace raro no ver el anillo de matrimonio de el. Será que no está casado con la loca de Luisa.

—Estas son las instalaciones principales —dijo Miller, señalando un edificio imponente—. Aquí tenemos las oficinas administrativas, la sala de conferencias y el despacho del coronel Morgan.

Caminaron a través de pasillos amplios y bien iluminados, pasando por la zona de entrenamiento, donde soldados se ejercitaban bajo la supervisión de instructores estrictos. El eco de sus voces y el sonido de botas resonaban en el aire.

—A tu derecha, la sala de entrenamiento físico. A tu izquierda, las simulaciones tácticas —continuó Miller.

Llegaron al comedor, un espacio amplio con largas mesas y sillas alineadas en perfecta sincronía. El olor a comida recién hecha impregnaba el ambiente.

—El comedor está abierto durante tres horarios al día. —Miller señaló una puerta doble—. Más allá, están los cuartos y los baños. Cada soldado tiene asignado un espacio propio. Tienes que ir para que te asignen tu casillero y tu habitación— le termina de explicar eso.

Finalmente, Miller se detuvo frente a una puerta de madera maciza.

—Esta es la oficina del coronel Morgan. Te está esperando. —Hizo una pausa y luego agregó—. Después de tu reunión, ¿te gustaría almorzar conmigo? Me gustaría presentarte a los otros capitanes— le sonríe un poco y se rasca la parte de atrás de la cabeza, estaba un poco avergonzado por lo que pregunto tan espontáneamente

—Me encantaría, gracias —respondió Gema, agradecida por la amabilidad de Miller. Además que le gustaría saber si las relaciones que están descritas en el libro están en realidad funcionando.

Respiró hondo y golpeó la puerta.

—Adelante —se oyó una voz profunda desde el interior.

Gema entró y se encontró frente al coronel Morgan, un hombre de mirada severa y porte autoritario. Desde el primer momento, su actitud fue hostil.

—Hola —saludó Gema, en tono frío, un hombre tan arrogante como el no va a venir a intimidarla.

—Hola —respondió Morgan, su tono frío—. ¿Sabes qué día es hoy, Lancaster?— pregunto en tono sarcástico, le parecía infantil que no llegara cuando se supone que debió llegar.

—Sí, señor. Lo sé. Me disculpo por el retraso, hubo circunstancias que no pude controlar— miente un poco, pues ella es la que no quería llegar ni mucho estar en Londres.

—¡Circunstancias! —exclamó Morgan, levantándose de su silla—. ¡Aquí no hay lugar para excusas, Lancaster! Se te dio una orden y la incumpliste. Tu falta de disciplina es inaceptable.— le dijo en tono enojado. Su actitud tranquila le impacienta.

Gema sintió la sangre hervir en sus venas. Ese estupido no va a venir a tratarla como se le da la gana.

—Con el debido respeto, coronel, hice todo lo posible por llegar a tiempo. No fue por falta de disciplina, sino por problemas logísticos.

—¡Problemas logísticos! —Morgan se acercó, su rostro a pocos centímetros del de ella—. Tus problemas no son mi problema. Aquí, las órdenes se cumplen. Si no puedes hacerlo, entonces no perteneces aquí.

Gema, incapaz de contenerse más, lo miró directamente a los ojos.

—No voy a permitir que me trate de esta manera —dijo, su voz temblando de rabia.

El coronel Morgan sonrió despectivamente.

—¿Y qué piensas hacer al respecto?

La mano de Gema se movió antes de que pudiera detenerse. Una cachetada resonó en la oficina, dejando a Morgan boquiabierto por un instante.

—Nunca más me hable así —dijo ella con firmeza, girándose para salir de la oficina.

Mientras se dirigía a la salida, su teléfono vibró. Un mensaje de su empresa le informaba que todo estaba en orden. Suspiró aliviada puesto que se sentía un poco intranquila no estar en la ciudad donde esta su principal empresa y continuó su camino.

No pasó mucho tiempo antes de que un soldado se le acercara.

—El ministro Morgan necesita verte —dijo, con tono serio.

Gema, aún sintiendo la adrenalina de su encuentro con el coronel, siguió al soldado hasta otra oficina imponente. El ministro Morgan, padre del coronel, la esperaba con una expresión calculadora.

—Gracias por venir, Lancaster —dijo el ministro, con voz suave pero firme—. Tenemos que hablar de los planes para la campaña de mi hijo.

Gema se mantuvo en silencio, esperando que el ministro continuara.

—Su imagen ante el público es crucial. Y aquí es donde entras tú. Necesito que finjas una relación con el coronel Morgan. Tu presencia y reputación mejorarían significativamente la percepción pública de él.

Gema no podía creer lo que estaba escuchando.

—No, señor. No puedo hacer eso —respondió con firmeza.

—¿Y por qué no? —preguntó el ministro, su tono sorprendentemente calmado.

—Porque el coronel Morgan es un mujeriego, patán y déspota. No podría fingir una relación con alguien así. Además, tengo una relación —añadió, aunque sabía que era una mentira.

El ministro la observó por un momento antes de hablar.

—Entiendo. Puedes irte por ahora —dijo, aunque claramente ya estaba pensando en cómo hacer que Gema cambiara de opinión.

Gema salió de la oficina, sus pensamientos girando en torno a la absurda solicitud y la tensión que parecía acumularse a su alrededor. Entonces recordó el almuerzo con el capitán Miller. Siguiendo las indicaciones, llegó al comedor, donde esperaba poder encontrar un poco de tranquilidad y apoyo.

||RAME|| Gema Lancaster Donde viven las historias. Descúbrelo ahora