CAP 13

528 91 9
                                    

Narrada por Gema Lancaster
minutos antes de la llegada de Alex a su apartamento.

El aire en mi apartamento estaba cargado de la tensión que no lograba sacudirme desde que había salido de la central. Me encontraba frente a la ventana, envuelta en mi bata de dormir, intentando que la calma nocturna me ayudara a olvidar lo sucedido con Christopher. Pero era inútil. Su asquerosa sonrisa seguía repitiéndose en mi cabeza, burlándose de mí.

Sacudí la cabeza, frustrada, cuando el sonido de unos golpes secos en la puerta interrumpió mis pensamientos. Me tensé al instante. ¿Quién podría ser a estas horas?

Me acerqué con cautela, ajustándome la bata para cubrirme mejor. No esperaba visitas, y menos ahora. Abrí la puerta solo lo suficiente para ver quién era, y la sorpresa me golpeó como una ráfaga helada.

Allí, de pie en el umbral, estaba Alex Morgan. El mismísimo ministro de la central y padre del egocéntrico coronel que acababa de arruinar mi día. Al verlo, sentí una mezcla extraña de nerviosismo y atracción. Era innegable que el hombre tenía una presencia imponente. Alto, con un porte tan elegante que casi me hacía olvidar que su apellido lo vinculaba con todo lo que detestaba en ese momento.

Pero recordé bien quién era y qué representaba. Así que me crucé de brazos, adoptando una postura defensiva, tratando de no dejar que mi mirada se deslizara demasiado por su figura.

—¿Qué está haciendo aquí, ministro? —solté con un tono más brusco de lo que había planeado.

Sus ojos se posaron sobre mí, recorriéndome de arriba abajo con una calma que me sacaba de quicio. Finalmente, esbozó una sonrisa ladeada.

—¿Recibes a todas tus visitas de esta manera? —preguntó, su voz profunda resonando en el pequeño espacio entre nosotros.

Bajé la mirada instintivamente hacia mi bata de dormir, y un calor súbito subió por mis mejillas. Me enderecé de inmediato, como si eso pudiera borrar la imagen que le acababa de regalar.

—No esperaba visitas —respondí, manteniendo mi tono firme—. Así que si no le importa... ¿Qué quiere?

Sin esperar una invitación, Alex Morgan cruzó el umbral como si fuera el dueño del lugar. Lo vi pasar a mi lado y dirigirse hacia la sala de estar con la misma arrogancia que había visto tantas veces en su hijo. Cerré la puerta con fuerza detrás de mí, sintiendo que mi paciencia estaba al límite. No me gustaba este juego de poder que parecía ser inherente a los Morgan.

—Vengo a hacerte una propuesta —dijo, acomodándose en mi sofá como si fuera el suyo propio.

Me quedé de pie, sin moverme, mis brazos aún cruzados. No iba a dejar que me intimidara.

—¿Qué clase de propuesta? —pregunté con cautela.

Alex se tomó su tiempo antes de responder, como si disfrutara del suspenso. Finalmente, sus ojos se encontraron con los míos, y su expresión se volvió más seria.

—Mi hijo, el coronel Christopher Morgan, está a punto de ser candidato para convertirse en ministro de la central —comenzó, su tono era tan casual como si estuviera hablando del clima—. Pero como seguramente sabes, la política es un juego complicado. No basta con tener las credenciales. Necesitas respaldo, necesitas una imagen... y ahí es donde entras tú.

Sentí un nudo formarse en mi estómago. No me gustaba hacia dónde iba esto, pero me obligué a mantenerme serena.

—Sigue.

Alex sonrió, satisfecho de haber captado mi atención.

—Tienes un perfil excelente, Lancaster. Tu reputación con los civiles es impecable. La gente te respeta, confía en ti. Y, lo más importante, ellos te ven como una de las suyas, una verdadera luchadora. —Hizo una pausa, dejándome digerir sus palabras antes de continuar—. Quiero que te conviertas en la novia de Christopher. No oficialmente, claro. Necesito que apoyes activamente su campaña, que lo respaldes públicamente. Será un arreglo conveniente para ambos.

Sentí una oleada de indignación recorrerme. Estaba a punto de mandarlo al diablo cuando sus siguientes palabras me hicieron detenerme.

—Sé que no haces nada gratis, Gema. Así que puedes pedir lo que quieras. Dinero, apoyo para tu próximo proyecto... incluso un ascenso a general. Estoy dispuesto a darte lo que sea, siempre y cuando ayudes a mi hijo a conseguir esa posición. —Sacó un contrato ya preparado de su maletín y lo dejó sobre la mesa frente a mí—. Solo tienes que firmar.

Miré el contrato por un largo momento, mis pensamientos corriendo a mil por hora. ¿10 millones? ¿Ascenso? ¿Proyecto financiado? Una parte de mí quería escupirle en la cara y decirle que no estaba en venta, pero otra parte... la más práctica, no podía dejar pasar esa oportunidad. Sabía que con ese trato podría asegurar mi futuro y mi carrera.

Respiré hondo antes de hablar.

—Quiero 10 millones de dólares. Además, quiero que financies mi próximo proyecto y me consigas el ascenso a general. —No parpadeé mientras decía todo eso. Sabía que mi postura debía ser inquebrantable si quería que tomara en serio mis demandas.

Alex me observó por unos segundos, como si estuviera midiendo hasta qué punto era capaz de llegar. Finalmente, asintió.

—Hecho.

Abrí los ojos un poco sorprendida por lo rápido que aceptó, pero no me permití mostrarlo. Me acerqué a la mesa y tomé el contrato en mis manos, revisando los términos. Tal como esperaba, él había anticipado cada una de mis condiciones y las había añadido al documento. Parecía que este trato había estado cocinándose desde hace tiempo.

Firmé el contrato, sintiendo un peso extraño en mi pecho. Sabía que estaba haciendo un pacto con el diablo, pero al menos me aseguraría de que me pagara bien por ello.

Alex tomó el contrato firmado y lo guardó en su maletín. Antes de irse, me lanzó una mirada significativa, de esas que dejan claro que esto no había terminado. Sus ojos se detuvieron en los míos por un momento más largo del necesario antes de inclinar ligeramente la cabeza en un gesto de despedida.

Cuando la puerta se cerró tras él, me quedé sola en el apartamento, con el contrato firmado y una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar.

||RAME|| Gema Lancaster Donde viven las historias. Descúbrelo ahora