cap 12

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Narrador omnisciente

Gema Lancaster atravesó las puertas de la central con pasos firmes, la mandíbula apretada y una expresión de puro desafío en el rostro. Su piel aún ardía de indignación por lo que acababa de suceder en la oficina del coronel Christopher Morgan. Las palabras repugnantes que había pronunciado seguían resonando en su mente. "Sabes, Gema, podríamos encontrar una manera de trabajar mejor juntos. Digamos, algo más... personal"

le enfermaba que alguien como  el, con  el  historial que tiene y lo que ella sabia que podia hacer estuviera interesado en ella,no queria repetir patrones de la gema  original. porque  si de algo recordaba que su asistente le decia era "gema, la  huevo, ella solo esla  villana que las circunstancias crearon, no merecia el trato que le dieron" siempre que preguntaba porque decia eso ella me respondia "ella iba enfocada en conquistar a alguien, Bratt Lewis, pero la  tonta amiga que tenia influencio que se metiera con los Morgan, los Morgan, elos fueron su perdición "

siemprele  explicaba que ese  interes  obseno que desarrollo elpersonaje por morgan fue lo que la enloquecio, ella, ella no queria cometer los mismos errores  de el yo original.

La sola insinuación de aquel comentario la había hecho hervir por dentro. Mientras caminaba hacia el centro de control, sus ojos recorrían las paredes grises y los pasillos vacíos como si estuviera buscando algo a lo que aferrarse, algo que la mantuviera centrada. Pero en su mente solo había un pensamiento: no podía quedarse allí más tiempo.

Cuando finalmente llegó a la sala de operaciones, Christopher estaba allí, con su eterna sonrisa de suficiencia colgando de sus labios. Gema sintió una punzada en el estómago, pero no iba a dejar que él viera cómo la afectaba.

—Lancaster —la llamó con una arrogancia tan palpable que casi la hizo detenerse en seco—. ¿Ya lo has pensado mejor? Podemos resolver nuestras diferencias... de una manera más íntima.

Gema se tensó. Respiró profundo antes de girarse para enfrentarlo. Sus ojos destellaron con furia cuando se acercó a él, sin permitir que la distancia entre ambos mitigara el desafío.

—Eres un cerdo, Morgan. Un maldito cerdo.

Él soltó una carcajada suave, divertida, como si sus palabras no fueran más que el eco de una pequeña molestia.

—Sabes que no puedes irte, Lancaster. Eres buena en tu trabajo... pero podrías ser mejor si supieras cómo ganarte el favor de tus superiores.

Y eso fue todo. El aire en la sala pareció congelarse cuando la mano de Gema voló hacia su rostro, impactando con un sonido seco que resonó en la habitación. El golpe lo tomó por sorpresa; la risa desapareció de sus labios, reemplazada por una expresión de incredulidad y rabia. Se quedó inmóvil por un segundo, antes de enderezarse y devolverle la mirada con ojos gélidos.

—¿Estás renunciando? —le preguntó con voz tensa, su orgullo claramente herido.

—Eso es exactamente lo que estoy haciendo —respondió Gema, su voz firme y clara—. Ya no pienso pasar ni un segundo más en esta madriguera de arrogantes como tú. No me verás nunca más en esta central.

Christopher la observó durante un largo momento, sus ojos escudriñándola como si buscara algún atisbo de duda en su decisión. Pero Gema se mantenía firme. Y entonces, casi de manera imperceptible, él sonrió nuevamente, esa sonrisa que siempre la había irritado.

—Te apuesto a que vuelves. Ninguno de ustedes puede resistirse a esto —dijo, señalándose a sí mismo con un gesto exagerado.

Gema apretó los puños para no volver a golpearlo. En lugar de eso, le lanzó una última mirada despectiva antes de girarse y marcharse con la cabeza bien alta. Su decisión estaba tomada.

No tenía intención de regresar.

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Horas después, el apartamento de Gema estaba sumido en el silencio. Había intentado dejar atrás los eventos del día, pero las palabras de Christopher seguían rondando su mente. Se encontraba frente a su ventana, observando las luces de la ciudad cuando un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.

Frunció el ceño. ¿Quién podía ser a esas horas?

Se dirigió hacia la entrada y abrió la puerta con cautela, preparada para cualquier cosa. Lo que no esperaba ver, sin embargo, era al mismísimo Alex Morgan, el ministro de la central y padre del infame coronel. Su porte era solemne, sus ojos la miraban con una mezcla de severidad y algo más que no podía identificar.

Gema no dijo nada. Simplemente lo observó, desconcertada, y la tensión en el aire creció.

el la observo a ella extaciado de lo que veia, un cuerpo de infarto enfundada en una bata de seda traslucida que le revelaba que no poseia nada debajo. el ministro sonrio, que buenas vistas.

La escena terminó con un silencio que dejó a ambos sin palabras. 

||RAME|| Gema Lancaster Donde viven las historias. Descúbrelo ahora