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Capítulo 73: Recuerdos. (2)

Arjen se sentó sobre los escombros, lejos de la ciudad, y contempló el mar. Aunque el agua estaba llena de escombros, la tierra estaba sumergida y la ciudad destruida, reinaba la paz. Pequeñas olas rompían en la orilla, donde los escombros se habían amontonado para formar un rompeolas involuntario.

"¡Muévete, ese no!"

"Quizá deberíamos apartarlo".

Las voces de los que limpiaban los escombros se oían a intervalos. Arjen entrecerró los ojos y volvió la cabeza hacia el mar. Unas cuantas olas grandes chocaban contra los escombros. El viento no era fuerte. El mar se movía tan tranquilo como una cuna.

"Vamos, recogedlo y movedlo".

Arjen miró a uno de los hombres que caminaba hacia él. Era otoño y el viento había empezado a refrescar, pero el hombre seguía sudando profusamente.

"Lo siento, hermano, pero no es seguro por aquí. Los escombros podrían derrumbarse".

Arjen saltó de los escombros. El obrero lo miró asombrado mientras caía el doble de su altura.

"Eso fue grande, hermano. ¿Estás herido?"

"En absoluto".

El obrero miró a Arjen con curiosidad. Éste se encogió de hombros y empezó a caminar por la playa. Culpa. Arjen se quedó mirando los restos y pensó en la palabra. Elroy nunca se había responsabilizado de nada. No intentaba hacer que los demás se sintieran culpables. Arjen suspiró.

Joder.

...Mierda.

Podía oír las olas golpeando los restos del naufragio. Rememorar el pasado no era lo que más le gustaba, pero su conversación con Elroy le recordó algo en lo que prefería no pensar.

"...Carla."

Un nombre que no quería volver a oír. Arjen cerró los ojos, mirando el agua que corría.

***

Arjen Elmion nació en las disputadas tierras fronterizas del Reino de Kairos. No era raro ver cadáveres. Cuerpos de soldados enemigos y del reino. Algunos de ellos estaban muertos con los ojos cerrados. Los soldados solían morir sin casco y con los ojos abiertos. Arjen sabía bien qué aspecto tenían. Huecos y grises, con iris y pupilas endurecidos. Un cuervo se acercó y picoteó el cadáver putrefacto.

"¡Eh! ¡Eh! No los toques".

A veces Arjen se quedaba mirando el cadáver y pasaba un patrullero, le reñía y le echaba. Veía el pico del cuervo picotear el ojo sin vida. No sólo un cuervo. Cientos de cuervos prosperan en los campos y bosques, y los soldados traen y queman los cadáveres de su reino, dejando los cuerpos de sus enemigos para que los cuervos los picoteen.

"Un niño no está hecho para ver esto. ¿Cuántas veces lo has visto? ¿Es la primera?"

La voz del soldado era irritada mientras agarraba a Arjen por la nuca y lo llevaba de vuelta a la aldea. Arjen miró la espada que traqueteaba en la cintura del soldado y se quedó con la boca abierta.

"Algún día lucharé con una espada. Me enfrentaré a los malos".

"No tienes que luchar. Ve a ayudar a tu padre".

Arjen había sido visto tan a menudo que la mayoría de los soldados del barrio conocían su cara. Le llamaban el Cuervo. Tenían los ojos y el pelo parecidos. Además, siempre los encontraban junto a cadáveres.

"No puedo trabajar bien aquí porque el mundo es muy ruidoso".

"No digas eso delante de nadie, Cuervo, o te meterás en problemas".

Me Convertí En El Héroe Que Desterró Al Protagonista (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora