3. El contacto

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La comisaría era un hervidero de actividad, con agentes moviéndose rápidamente de un lado a otro. El ambiente era serio, pero había un aire de anticipación debido a la importancia del caso Berenguer. Marta estaba en su despacho, un espacio austero pero ordenado, con un escritorio lleno de informes y una pizarra en la pared con notas y fotos del caso. Su rostro reflejaba el cansancio de un largo día trabajando sin parar.

Fina entró en la comisaría, sintiendo la tensión en el aire. Se dirigió hacia el despacho de Marta, siendo saludada por el camino por algunos agentes que la reconocían. Tocó suavemente la puerta en cuanto llegó.

—Adelante —dijo Marta, mientras levantaba la vista de unos informes—. Hola, Fina. Siéntate.

—Gracias, inspectora. ¿De qué quería hablar conmigo?

Marta la observó en silencio por un momento. Ahora, con unos vaqueros ajustados y una blusa sencilla, con su melena negra suelta, la imagen de la periodista contrastaba fuertemente con la de esa misma mañana, en chándal después de hacer footing y encontrarse con un desagradable cadáver en el camino. La inspectora notó que Fina parecía ahora más confiada y segura; ella misma, agotada, sintió una punzada de frustración.

—Vi tu artículo en la web del periódico. ¿De dónde sacaste la información sobre la identidad del muerto?

—Fuentes confidenciales, ya sabe —dijo con una sonrisa enigmática—. Es mi deber como periodista protegerlas.

Marta frunció el ceño, visiblemente frustrada. La habitación parecía más pequeña con la tensión entre ellas. Observó a Fina, intentando decidir si estaba ocultando algo más.

—¿Confidenciales? No me hagas reír, Fina. Sabes lo difícil que haces nuestro trabajo cuando interfieres en nuestros pasos. Necesito que me cuentes todo lo que viste esta mañana.

—Ya le dije al agente lo que vi, y después a usted otra vez —replicó mostrando su cansancio.

—Pues ahora lo repites otra vez más para mí. Quiero estar segura de que no omitiste nada. ¿Qué viste exactamente en el monte?

—Estaba corriendo cuando vi un zapato entre los matorrales —empezó Fina fingiendo aburrimiento en su voz y tras dejar escapar un suspiro de hartazgo—. Me acerqué y encontré el cuerpo. Llamé a la policía inmediatamente.

—¿Tocaste o moviste algo en la escena?

—No toqué nada —respondió con toda la seguridad que fue capaz de mostrar—. Me aseguré de no contaminar la escena.

Marta se inclinó hacia adelante, sus ojos buscando cualquier señal de mentira en Fina. La periodista le sostuvo su mirada con firmeza.

—¿Viste a alguien más cerca del lugar? ¿Algún vehículo sospechoso?

—No vi a nadie más que algún deportista haciendo footing como yo o montando en bici. La zona estaba bastante tranquila. No había coches cerca, al menos que yo haya visto.

Marta asintió lentamente, procesando la información mientras evaluaba la sinceridad de Fina. Aunque la periodista parecía muy segura y sincera, algo en la forma en la que hablaba le decía que no estaba diciendo toda la verdad.

—¿Conoces personalmente a alguno de esos deportistas con los que coincidiste?

—No, solo de coincidir algún día haciendo deporte por la zona.

—¿Había alguien diferente o que te pareciera que tuviese un aspecto extraño?

—No, inspectora, ya le he dicho que no vi nada raro ni había ninguna persona extraña.

Fórmula ocultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora