Marta y Andrés llegaron a las oficinas de Berenguer Farma a primera hora de ese miércoles. La sede de la empresa estaba ubicada en un edificio moderno de cristal y acero, imponente en su diseño minimalista. A medida que subían por el ascensor, Marta no podía evitar pensar en cómo esos pasillos tan pulcros y ese ambiente tan ordenado ocultaban un sinfín de historias y secretos, algunos de los cuales podrían estar vinculados con la muerte de Jaime Berenguer.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, una sensación de anticipación se apoderó de ella. El recibidor era amplio, con una iluminación suave que contrastaba con el brillo exterior del edificio. Las paredes estaban adornadas con fotografías en blanco y negro de los logros de la empresa, de momentos clave en su historia. Marta se permitió un instante para observar una de las imágenes: Jaime Berenguer en la inauguración del laboratorio principal, con una sonrisa serena que ahora le resultaba extraña.
Elena, la secretaria de Jaime Berenguer, los esperaba cerca de la recepción. Era una mujer de poco más de 40 años, de aspecto profesional, con su pelo oscuro recogido y una expresión de cortesía demasiado bien estudiada. Les dio la bienvenida con una sonrisa profesional; "falsa", pensó Marta.
—Buenos días, inspectores —saludó con voz suave, extendiéndoles la mano para saludarles.
—Buenos días —respondió Marta, estrechándole la mano firmemente, repitiendo el gesto Andrés. Marta sintió una ligera tensión en el saludo de la secretaria, como si estuviera nerviosa, aunque trataba de disimularlo—. Gracias por recibirnos.
—Por supuesto—dijo Elena—. Estamos consternados por lo que le ha ocurrido al señor Berenguer —su voz se quebró un poco al mencionar a su fallecido jefe—. Síganme, por favor.
Elena los condujo por un pasillo alfombrado que absorbía el sonido de sus pasos, hasta un despacho situado al final del mismo. Era una sala de reuniones pequeña, con una mesa de madera oscura y varias sillas a su alrededor. Las ventanas daban a un jardín interior, cuya luz y color verde contrastaba con la atmósfera tensa que reinaba en la empresa.
—Aquí estarán cómodos—dijo Elena, con una amabilidad medida—. ¿Quieren que vaya avisando ya a los trabajadores?
—Aún no —respondió Marta, con tono casual pero autoritario—. Nos gustaría hablar contigo primero, Elena.
La secretaria pareció sorprendida por un momento, pero asintió con rapidez. Se sentó al otro lado de la mesa, frente a Marta y Andrés.
—Por supuesto, inspectora. ¿En qué puedo ayudar?
Marta se inclinó ligeramente hacia adelante, mostrando interés.
—Cuéntanos cómo era el día a día en la oficina con el señor Berenguer. ¿Qué rutinas seguía?
Elena tomó aire antes de responder. Sus manos reposaban sobre su regazo, como si tratara de mantener la compostura.
—El señor Berenguer era muy meticuloso con su horario. Llegaba siempre el primero, sobre las 7 de la mañana. Lo primero que hacía era revisar y responder los correos electrónicos y asegurarse de que todos los papeles y permisos relacionados con los medicamentos estuvieran en orden. Después, solía bajar al laboratorio para trabajar directamente con los químicos. Era su parte favorita del trabajo, se notaba que era su verdadera pasión y no la burocracia que exigía su cargo.
—¿Notaste algún cambio en su comportamiento en las últimas semanas?—preguntó Marta, manteniendo su mirada fija en la de Elena, que vaciló un momento antes de contestar.
—La verdad es que sí. Noté que estaba algo más disperso. Se quedaba más tiempo en su despacho, aunque parecía no estar haciendo nada en particular. También empezó a irse más temprano de la oficina, algo muy inusual en él.
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Fórmula oculta
Mistério / SuspenseLa periodista Fina Valero y la inspectora Marta de la Reina se enfrentan a un caso de asesinato que revelará secretos inesperados.