24. ¿La verdad?

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Fina sentía un nudo en el estómago mientras miraba a Luz. La pregunta salió de su boca casi sin pensar:

—¿Tu venganza? —Apenas podía controlar el temblor en su voz. No sabía exactamente qué esperaba escuchar, pero la idea de estar frente a alguien que había orquestado la muerte de Jaime Berenguer la aterraba.

La periodista sintió que la habitación se estrechaba a su alrededor cuando Luz comenzó a contarle la historia de su hermana. Su tono era frío, casi distante, como si al narrarlo pudiera apartar un poco el dolor que llevaba consigo.

—Jaime se dio a la fuga... —dijo la mujer, con una amargura que rasgaba el aire—. La dejó allí tirada. Ni siquiera intentó ayudarla.

Fina se pasó una mano por la frente, intentando aclarar su mente mientras el relato de Luz continuaba. Jaime Berenguer había tenido un accidente, podía haberle pasado a cualquiera, pero su forma de actuar después, huyendo, lo retrataba como una persona horrible.

—Quién sabe si Petra se hubiese salvado si Jaime hubiese llamado al menos a una ambulancia —dijo Luz con una frialdad que hizo que Fina se estremeciera. Definitivamente, la mujer había construido una barrera invisible para sobrellevar mejor su pena.

—Entonces... viniste a Madrid buscando venganza —la pregunta de Fina fue más una afirmación.

—No —respondió Luz—. Vine buscando justicia, pero sólo encontré extorsiones y corrupción.

Luis, que había estado escuchando en silencio desde un rincón de la sala, se movió ligeramente, cruzando los brazos. Fina lo miró de reojo, buscando alguna señal de lo que él pensaba de todo esto, pero su rostro permanecía impenetrable.

—¿Pero hablaste con la policía? —Insistió Fina, que no podía evitar empatizar con la mujer.

—¿Qué policía? —Contestó Luz, dejando escapar una risa amarga—. ¿La misma que lo tapó todo hace diez años? No puedo confiar en la policía.

—Por eso decidiste tomarte la justicia por tu mano y matar a Berenguer —las palabras salieron precipitadamente, pero Fina necesitaba entender, necesitaba saber la verdad de una vez.

—Yo no lo maté —respondió Luz—. Fue un accidente.

—Asfixiar a alguien no es precisamente un accidente... —replicó Fina, sorprendida por la rapidez con la que la acusación salió de su boca.

La expresión de Luz cambió radicalmente. Miró a Luis, desconcertada, como si él tuviera la respuesta a esa acusación absurda. Su sorpresa parecía genuina.

—¿Asfixiar? —Preguntó la mujer con el ceño fruncido.

La tensión en la habitación se hizo palpable. Mientras Luz giraba la cabeza de un lado a otro, buscando respuestas, Fina intercambió una mirada con Luis, quien permanecía en silencio, aunque su ceño también estaba fruncido, como tratando de entender qué había pasado en realidad.

—Nosotros sólo llevamos el cadáver al monte del Encinar, cerca del lugar donde Jaime atropelló a Petra, como una forma de cerrar el círculo —apuntó Luis.

Fina sintió una punzada en el pecho.

—¿Cómo? —Dijo la periodista, tratando de mantener la calma—. Explicádmelo bien, porque no estoy entendiendo nada.

Luz cerró los ojos brevemente, como si necesitara reunir fuerzas para continuar.

—Vine a Madrid con el objetivo de descubrir qué le había pasado exactamente a mi hermana y de hacer justicia. A través de Maribel Ruiz descubrí que Jaime Berenguer había tenido algo que ver, así que me acerqué a él. Conseguí trabajo en su empresa y conseguí que me viera como algo más que una simple empleada. Entonces, Maribel me chantajeó, me dijo que tenía que ayudarle a ella y a Jesús Vázquez a tener controlado a Jaime porque necesitaban que sacase un medicamento al mercado. Me gané la confianza de Jaime, nos hicimos pareja y llegué a instalarme en su casa —Luz hizo una pausa, anticipando que venía la parte más importante de su historia—. No soportaba tenerlo cerca, así que empecé a administrarle narcóticos para dormirlo.

Fórmula ocultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora