9. El evento

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Fina aceleraba su moto por las concurridas calles de la ciudad, con el rugido del motor resonando en sus oídos. Se dirigía a la presentación de la próxima convención farmacéutica, un evento exclusivo al que solo se podía acceder con invitación o una acreditación de prensa, algo que consiguió al enterarse de que Jesús Vázquez, el influyente secretario general de Sanidad, asistiría al evento. Sabía que esta era su oportunidad para acercarse a él y ver si podía conseguir alguna información valiosa sobre el asesinato de Jaime Berenguer.

Al llegar al moderno edificio donde se celebraba la presentación, Fina aparcó la moto con destreza y se bajó ágilmente, quitándose el casco y liberando su melena negra, que cayó sobre sus hombros en suaves ondas. Vestía de manera casual pero profesional: unos vaqueros ajustados, una blusa blanca y una chaqueta de cuero negra que le daba un toque de rebeldía. Sus botas, cómodas pero elegantes, completaban el conjunto. Respiró hondo, tratando de calmar los nervios que comenzaban a aflorar.

El interior del edificio era amplio y luminoso, con grandes ventanales que permitían la entrada de luz natural. Al entrar, Fina se sintió un poco abrumada por la cantidad de personas que ya se agolpaban en el vestíbulo. Caminó lentamente, observando a su alrededor, buscando con la mirada a Jesús Vázquez entre la multitud. "Calma, Fina", se repetía a sí misma, intentando tener paciencia. Sabía que tenía que ser sutil y cuidadosa, un solo paso en falso podía arruinarlo todo.

La presentación comenzó poco después de su llegada. Fina se mezcló entre la gente mientras Isidro Gómez, uno de los organizadores de la convención, subía al escenario y comenzaba a explicar la programación y las novedades que traería este año. Las palabras de Isidro eran como un murmullo lejano para la periodista, cuyos pensamientos estaban totalmente centrados en la figura de Jesús Vazquez y en cómo podría acercarse a él sin levantar sospechas.

Isidro Gómez terminó la presentación e invitó a los asistentes a compartir un vino. Fue entonces cuando la periodista por fin divisó a Jesús Vázquez entre la gente. Era un hombre de estatura media, calvo y con una expresión seria en la cara, casi aburrida. Estaba rodeado por varios hombres, todos conversando animadamente menos él. Fina decidió mantener una distancia prudencial, observando cada uno de sus movimientos, esperando el momento adecuado para acercarse.

"Vamos, quédate solo de una vez", murmuró impaciente, mientras fingía interesarse en uno de los seguramente carísimos vinos que le ofrecía un camarero.

Finalmente, Jesús se quedó solo y caminó hacia una mesa con canapés, aparentemente absorto en sus pensamientos. Fina vio su oportunidad. Con pasos decididos pero calculados se acercó a él. Justo cuando llegaba a su lado, fingió un tropiezo, utilizando su mejor sonrisa de disculpa mientras se inclinaba ligeramente hacia el hombre.

—¡Oh, perdón! —exclamó Fina, tratando de parecer avergonzada. Jesús la miró, sorprendido por la interrupción.

Fina se recompuso rápidamente tras el falso tropiezo. Jesús la examinó con una ceja levantada, pero su gesto se suavizó al comprobar la atractiva figura de Fina, observándola con curiosidad y cambiando su expresión de aburrida a moderadamente interesada.

—¿Estás bien? —le preguntó Jesús, con un tono de voz más amable de lo que ella esperaba.

—Sí, estoy bien, gracias. —Fina respondió, ajustando su postura—. No ha sido nada, pero menos mal que estoy rodeada de médicos, me siento bastante protegida —bromeó.

Jesús sonrió, claramente divertido.

—En realidad son casi todos farmacéuticos. Como mucho, si te hubieras hecho daño, te habrían recetado ibuprofeno o Dolorfin.

Fina forzó una sonrisa, tratando de mantener la compostura.

—No nos conocemos, ¿verdad? Soy Jesús Vázquez —dijo él, extendiendo su mano.

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