Natasha se levantó del sofá de dos plazas, cuando escuchó el ruido de la pava.
Vivía en un pequeño departamento que parecía un museo de antigüedades, aunque era un conjunto de réplicas y objetos de decoración qué había encontrado en mercados y ferias.
Tomó la taza de porcelana en sus manos con el café preparado. Luego, caminó con su pijama de franela desgastada hasta su pequeño escritorio.
Se sentó en la silla, bebió un sorbo de café y dirigió su mirada hacia el computador que tenía frente a ella, donde la pantalla mostraba "CAPÍTULO 1".
Natasha se tronó los dedos, tratando de sacudirse el estancamiento.
—Muy bien, puedes hacerlo, Natasha —se animó a sí misma, y puso sus manos sobre el teclado.
Natasha comenzó a escribir, pero las palabras no fluían como esperaba.
"Ella estaba acostada sobre su cama...", empezó, pero se detuvo y borró la frase.
—No, eso no —se dijo a sí misma. Intentó de nuevo—: "Era una mañana como cualquier otra cuando..."
Pero de nuevo, borró todo.
—Eso ya lo he escrito en mis anteriores libros —pensó, frustrada. Mientras repiqueteaba los dedos sobre el escritorio, buscando inspiración, se le ocurrió una nueva idea—. ¿Qué tal esto? —se preguntó, y escribió—: "Se conocieron en otoño, y su encuentro fue tan fugaz como las hojas que caen de los árboles...".
Pero de nuevo, se sintió atascada.
Sus dedos se detuvieron en el teclado, y Natasha se desplomó en la silla.
Ella, la famosa autora de romance Natasha Fredickson, estaba atrapada en un bloqueo de escritor. Dos años han pasado desde que escribió ese Capítulo 1 en su computadora.
Porque cuando publicó su último libro, dos primaveras atrás, dando fin a una trilogía sobre la mafia, se quedó sin ideas.
Se volvió a levantar y se desplomó en su sofá.
—Inspiración, ven a mí —dijo con un tono de desgana, mientras su brazo colgaba flácido y rozaba la alfombra blanca—. ¡Oh, gran imaginación, que has decidido abandonar mi cerebro, vuelve, te extraño tanto! —exclamó con un tono dramático.
El sonido del cerrojo de la puerta de su departamento resonó en el silencio, seguido por el clic-clic de unos tacones que se acercaban con confianza.
—Otra vez tirada en ese sofá —dijo Emilia, ella estaba impecable, como siempre, con su traje elegante y su peinado perfecto, mientras que Natasha parecía haber sido arrastrada por el suelo—. Un día vendré y ese sofá se convertirá en una escena de crimen, o te fusionarás con él.
Emilia Johnson, la manager de Natasha y su mejor amiga. Ella había vivido el romance verdadero y había sido una gran fuente de inspiración para Natasha, quien, por otro lado, siempre vivió en las nubes y jamás le interesó tener novio.
Para Natasha, los personajes que creaba en su cabeza eran sus únicos novios, perfectos y ficticios.
—Déjame en paz —se quejó Natasha, sumergida en su autocompasión—. Soy un fracaso, no me importaría fundirme en este sofá por el resto de mi miserable vida —agregó, con un tono dramático—. Soy un balón que flota sobre el agua, sin destino alguno. Un alma perdida y vacía en un mundo al que fue traída sin su consentimiento y ahora tiene que trabajar por el resto de su vida para conseguir un pedazo de papel que define mi estatus.
—No te contaré nada, aún haciéndome sentir lástima, Nat —sentenció Emilia. Ya no era como cuando eran jóvenes y ella le contaba todos sus secretos y amoríos—. Mi relación es privada.
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Guerra De Palabras /#1/
Humor¿Qué harías si has ignorado toda tu vida el amor y ahora debes enfrentarlo para ganar dinero? Natasha y Jared eran ajenos al amor en la vida real. Pero una cosa los obligó a enfrentarlo: ¡La musa que olía a dinero! Ella, una escritora de romance, qu...