CAPITULO 19

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El capricho de ella, había sido saciado. Por eso ahora estaban sentados en una mesa de la heladería, al aire libre.

—¿En serio? —preguntó, incrédula.

Jared, sentado frente a ella, la ignoró y miró a las personas que pasaban caminando.

—¿Quieres que te haga el avión como a un bebé? —se burló, mientras se metía una cucharada de helado de vainilla en la boca.

—Cierra la boca —le respondió secamente.

—Dime, ¿es verdad que los hombres hacen ejercicios porque les rompieron el corazón?

—¿Luzco como si alguien me hubiera roto el corazón?

—Sí. ¿Cómo es posible que no quieras comer helado, estando en una heladería? Algo malo debe haber contigo.

—Wow, ¿te has visto al espejo?

Ella frunció el ceño.

—Sí, y me veo hermosa.

—Sí tú lo dices —sonrió sarcásticamente.

—Al menos yo no necesito hacer dietas estrictas y no poder darme el lujo de comer lo que quiero —contraatacó.

Jared la miró con una sonrisa fingida.

—Tienes un lenguaje muy venenoso.

Natasha se rio con ironía.

—¿Quieres que siga escupiendo mi veneno?

—Si te esfuerzas en hacer ejercicio, tal vez llegues a los cincuenta con todos tus dientes intactos y una buena salud.

—¿Eso te lo dices para motivarte cuando no quieres hacer ejercicio? —preguntó con sátira, y Jared rodó los ojos en respuesta—. Además, no pienso vivir tanto tiempo.

—Tú no decides tu tiempo de vida.

—Claro que sí.

—Claro que no. Y te aseguro que a los cincuenta años estarás quejándote de dolores lumbares y presión alta.

—¿Qué? —inquirió asombrada—. ¿Eso no pasa a esta edad? ¿Tengo que esperar hasta los cincuenta para quejarme?

El escritor la miró de arriba abajo, mientras ella reía.

—¿Qué le pasa a tu cuerpo? Parece que te odia. Deberías pedirle disculpas a tus pobres rodillas.

—Mis rodillas están bien.

—Sí, bien chuecas —bufó.

Esta vez, Natasha rodó los ojos.

—Entonces, no me has respondido. ¿Es verdad o no? —insistió.

Él se encogió de hombros.

—¿Por qué no lo averiguas tú misma?

—Entonces es verdad —expresó con una sonrisa—. Y si es al revés... cuando te rompan el corazón; hombre que hace ejercicio por salud. ¿Dejarás de hacer ejercicio?

—Mi salud no dependerá de un corazón roto. Y científicamente, el corazón roto no existe, todo es psicológico.

Natasha volvió a reír, con sorna.

—Eso es lo que dice alguien que nunca ha tenido el corazón roto. Espera a que te pase a ti, entonces verás.

—Puede que tengas razón. Pero no creo que el ejercicio sea una forma de evitar el dolor emocional.

La mujer se acercó un poco más a él, su voz tomó un tono más íntimo.

—No, pero puede ser una forma de distraerse. El dolor físico, a veces, oculta las emociones.

Guerra De Palabras /#1/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora