El paseo matutino nocturno, tomados de la mano de Jared y Natasha que vestían su ropa deportiva, era una escena común, pero con un toque peculiar: ambos llevaban guantes, una barrera que ella había impuesto y que él había aceptado.
La noche era fresca y tranquila, con solo el sonido de los grillos y las hojas de los árboles. Pero la paz era interrumpida por las quejas constantes de la mujer, que parecían no tener fin.
Mientras caminaban por el silencioso costado de la carretera, iluminado solo por las farolas y la luz de la luna, ella se detuvo de repente y se frotó las piernas con una mueca de dolor.
—Lo único que se me viene a la mente en estos paseos es que me duelen las piernas y quiero ir a casa —se quejó.
Jared, que sostenía la correa de Gato, quien caminaba a su lado curiosa, puso los ojos en blanco al entender que ahora venían sus quejas sin fin.
—Deberías hacer más ejercicio —sugirió como siempre.
Ella lo miró con una sonrisa burlona y corrigió su frase con una voz llena de sarcasmo.
—Dibiris hicir mis ijircici.
Él suspiró y sacudió la cabeza.
—No puede ser —murmuró—, ¿tan difícil es no quejarte por una noche?
—Yo no me quejo todas las noches, lo hago cuando es necesario.
Pero el escritor no se dejó intimidar y corrigió su frase con una voz llena de sarcasmo.
—Li higi cuindi I nicisiri.
Natasha lo miró, su ceja izquierda arqueada en una expresión de desaprobación.
—No te sale, no lo hagas de nuevo —le advirtió, su voz firme pero con un toque de diversión.
Jared chasqueó su lengua, molesto.
—Ni siquiera hay una forma correcta de hacerlo.
—Claro que sí, lleva años de práctica —dijo con una sonrisa confiada, como si estuviera a punto de dar un gran discurso.
Pero él la interrumpió, sin miramientos.
—¿De ser insoportable? —preguntó con una mirada burlona. Natasha lo miró con una expresión de "¿cómo te atreves?", y Jared continuó—. Escúchame bien, te daré diez dólares si logras callarte por dos minutos enteros.
—Ni siquiera tienes dinero —rodó los ojos, y él no pudo negarlo porque tenía razón.
Se miró los bolsillos vacíos y luego miró a Gato, que caminaba tranquila, ajeno a la conversación entre ellos. Y a su futuro, si esto no salía bien.
—Además, jamás lograrás callarme, es mi naturaleza —agregó con determinación.
Quedaron en silencio por un momento, y Jared disfrutó del breve respiro, pero sabía que no duraría.
Y efectivamente, Natasha rompió el silencio con su queja habitual.
—Me duelen las piernas.
—Me lleva la... —se guardó la maldición que estaba a punto de decir y optó por una respuesta más tranquila—. Bien, te preguntaré algo.
—No dormiré contigo —soltó de repente, y él se sorprendió.
—Aún no hice mi pregunta —alegó con disgusto—. Además, iu. No me acostaría contigo, ni aunque fueras la última mujer en el mundo, ni siquiera si fueras la última persona en...
Ella lo miró de mala gana y dijo con fastidio:
—Ya entendí. Solo dime lo que quieras saber.
Se espantó un bicho del rostro, luego habló serio.
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Guerra De Palabras /#1/
Humor¿Qué harías si has ignorado toda tu vida el amor y ahora debes enfrentarlo para ganar dinero? Natasha y Jared eran ajenos al amor en la vida real. Pero una cosa los obligó a enfrentarlo: ¡La musa que olía a dinero! Ella, una escritora de romance, qu...