CAPITULO 21

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Aquel bosque imponente se presentaba ante él, y se preguntó si realmente le gustaba estar conectado a la naturaleza como para acampar en la intemperie.

—El gerente de este lugar dijo que si seguimos ese camino podremos encontrar un lugar seguro para acampar —comentó la mujer mientras bajaba las cosas del auto—. Debemos apurarnos antes de que anochezca.

Sacó la última bolsa y cerró la puerta del auto con un golpe. Caminó hacia el sendero sinuoso y empinado que serpenteaba a través de los árboles, marcado por señales de madera desgastadas.

Jared la miró, luego miró los bolsos que tenía que cargar él solo.

—¿Es en serio? —exclamó con molestia—. ¿Acaso tus manos no sirven?

Natasha hizo como si no lo hubiera escuchado, mientras espantaba con las manos un mosquito.

—Apúrate, llegaremos tarde. Te vendría bien un poco de ejercicio.

Guardó su ira y, como pudo, tomó todos los bolsos siguiéndola detrás. Caminaron un buen rato, mientras la humedad se sentía en el aire.

—Malditos mosquitos —protestó rociando repelente por todos lados—. Esta cosa no funciona, Jared. Te dije que no compraras uno barato.

Ella se volteó y lo vio unos metros más abajo, jadeando y cargando con los pesados bolsos.

—¿Por qué vas tan lento? Así nunca llegaremos —sonrió satisfecha, al verlo así.

Jared mató un mosquito que se le había posado en el cuello con la palma de su mano, mientras la fulminaba con la mirada. Iba a abrir la boca para hablar, pero se dio cuenta de que sería un desperdicio de aire que necesitaba, así que solo le pitó el dedo.

Ella fue la primera en llegar a la cima, donde se abrió un panorama impresionante. Ante sus ojos se extendió un pequeño espacio libre, donde ya habían instalado otras carpas con sus respectivas familias.

Jared llegó a su lado, sudoroso y agotado, soltando los bolsos en el suelo sin cuidado.

—Ten más cuidado con eso —se quejó.

Él la miró de mala gana, con una expresión de fastidio.

—Tenemos que seguir —continuó—, aquí hay mucha gente.

Jared asintió, pasando a su lado.

—Buena suerte, cargando los bolsos. —Se dirigió al nuevo camino de tierra con señalizaciones.

Natasha lo miró perpleja, con la boca abierta, hasta que reaccionó, pero ya era demasiado tarde.

—¡Jared, vuelve aquí! ¡No puedo cargar los bolsos yo sola! —gritó, pero él no se detuvo y siguió su camino.

—¡Te veo luego!

Ella observó los bolsos, y maldijo agarrándolos con fuerza. Se los puso sobre sus hombros.

—Igualdad, igualdad —repitió como una mantra, pero cada paso que daba, la palabra se volvía más furiosa en su mente.

Mientras tanto, Jared vio un pequeño espacio libre lejos de todos y se acercó. Pero justo cuando estaba a punto de instalarse, una mujer mayor dejó un bolso a su lado sin mirarlo.

—Lo siento, está reservado —expresó Jared—. Mi compañera llegará pronto.

La mujer lo repasó con la mirada, de arriba a abajo, y soltó el otro bolso que tenía con una sonrisa falsa.

—El que llega primero, se lo queda. Lo lamento, niño.

Jared pensó que estaba bromeando, pero al verla sacar la carpa y comenzar a armarla, se quedó atónito.

Guerra De Palabras /#1/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora