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María permanecía inmóvil frente a una de las lápidas del Sueño del Cazador, con las manos entrelazadas en un gesto de oración. A su alrededor, los pequeños mensajeros, criaturas silenciosas y leales, replicaban su postura, orando a su manera. La lápida que tenía frente a ella simbolizaba mucho más que una simple tumba: era un recordatorio constante de lo inevitable, de las vidas perdidas y los sacrificios hechos.
La batalla allá fuera ya había comenzado, y aunque cada fibra de su ser quería intervenir, sabía que su presencia no haría más que entorpecer el combate. No era su lugar, no ahora. Todo lo que podía hacer era esperar el desenlace, su mente dividida entre la esperanza y el temor.
Una sensación agridulce le invadía el pecho, una incomodidad que no podía definir. No entendía por qué, ni cómo, pero algo en lo profundo de su ser sentía que el destino de ese cazador, quien luchaba ahora, estaba entrelazado con el suyo de una manera que no podía comprender del todo. Era un sentimiento extraño, un eco de preocupación, algo más que el simple deber hacia quienes servían en el sueño.
La Muñeca, una creación destinada a servir a los cazadores que llegaban al Sueño del Cazador, cumplía su propósito sin desvíos, como si estuviera atrapada en una eternidad de repetición. Cada cazador que llegaba al Sueño lo hacía con diferentes motivos, pero todos compartían un solo objetivo: encontrar la legendaria Sangre milagrosa de la que tanto se hablaba en el mundo despierto. A lo largo de los años, la Muñeca había visto innumerables rostros. Había conocido a cazadores llenos de esperanza, despedido a aquellos que caían en la desesperación, y observado cómo tantos sucumbían a la caza, a veces perdiéndose en la locura o simplemente desapareciendo sin dejar rastro.
Su papel nunca cambiaba. Su existencia estaba marcada por el ciclo interminable de servicio: ayudar a los cazadores a aumentar su poder, fortalecerlos para que enfrentaran las horrores de Yharnam. Era, en muchos sentidos, un objeto funcional, una herramienta vista como tal por muchos de aquellos a quienes sirvió.
Esa era su maldición. Una que compartía con su creador, Gehrman, ambos atrapados en este sueño eterno, sin un final a la vista. Parecía que jamás llegaría el día en que su rol como compañera de los cazadores terminara. Esa incesante rutina era su destino, un ciclo de vida y muerte, de servicio y soledad. Y aunque no se quejaba, su mirada vacía revelaba un eco de melancolía. ¿Algún día llegaría el descanso? ¿Un final que la liberara de esta existencia interminable?
Pero todo ello cambio de un momento para otro
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La Muñeca, fiel a su rol, observaba desde su posición habitual mientras el nuevo cazador, sorprendentemente joven, exploraba el Sueño del Cazador con esa mirada desorientada que todos compartían al llegar. Su apariencia y juventud lo diferenciaban de los demás, pero la Muñeca no reaccionó de inmediato. Sabía que su intervención solo debía ocurrir cuando fuera solicitada, por lo que durante esos primeros días, permaneció en silencio, sin moverse de su lugar.
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Digimon Adventure: O Bonum Venator
FanfictionDicen que cuando alguien sueña, recuerda momentos de su vida pasada. Cuando despertamos los olvidamos, sin alguna razón aparente se ello. Aunque a veces es mejor que sea así, no siempre los sueños son agradables. Las pesadillas también vienen. Y un...