Episodio 18

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La Presencia de la Luna. La sangre pálida.

Después de lo que parecía una eternidad encadenado a este lugar maldito, Yagami finalmente se encontró cara a cara con el dios responsable de tanto dolor y sufrimiento, el ser que había condenado a innumerables cazadores con la maldición de esta "inmortalidad". Lo observaba con ojos llenos de odio y frustración, consciente de que aquel dios era quien lo había arrastrado a este purgatorio sin fin, a esta caza interminable.

Había sido una suposición durante mucho tiempo, pero ahora lo sabía con certeza: los Grandes podían existir en diferentes planos, y este en particular había estado observándolo desde el principio. Seguramente, la Presencia Lunar había estado presente cuando fue absorbido por el agujero negro y decidió traerlo al Sueño del Cazador. Allí, su destino había sido sellado, atado como un títere a la voluntad de esa entidad que lo utilizaba para perpetuar una caza eterna.

La simple vista del Gran Dios hacía que todo su sufrimiento cobrara sentido: el dolor, la pérdida, la lucha constante contra la locura y la sangre. Todo había sido orquestado desde las sombras, y Yagami, a pesar de su poder y determinación, no era más que una pieza en un juego

El Grande se encontraba Justo de frente, su presencia era abrumadora. Sin previo aviso, lo tomó entre sus garras, inmovilizando su cuerpo con una fuerza característica de un Grande. El cazador sintió cómo sus músculos se tensaban, queriendo luchar, pero incapaz de moverse aunque lo deseara con todas sus fuerzas. Es como si su cuerpo hubiera entrado en una especie de trinase. En esos momentos, Tai creyó que ese sería su final, que el Grande lo partiría en dos con un solo gesto.

 En esos momentos, Tai creyó que ese sería su final, que el Grande lo partiría en dos con un solo gesto

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Pero lo que sucedió a continuación fue aún más desconcertante. En lugar de destrozarlo, la Presencia Lunar lo abrazó, un gesto inusitadamente gentil viniendo de una criatura tan monstruosa. Su rostro, carente de cualquier rasgo humano, no era más que una máscara sin emociones, con tres agujeros oscuros que fungían como ojos, los cuales se apoyaron contra el pecho del cazador. Tai quedó paralizado por la extraña intimidad del momento, el contacto frío y alienígena del dios incomprensible sobre su cuerpo.

Digimon Adventure: O Bonum Venator Donde viven las historias. Descúbrelo ahora