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Yin Yu vomitó por tercera vez en la mañana. Se había agachado en unos matorrales a los costados del sendero y dejó salir todo, y con todo se refería a jugo gástrico. No había nada en su estómago. No había comido nada desde el día anterior.

"¡Oh, grandioso!. Lo que faltaba en esta jodida situación, que estuvieras preñado". Jian Yu levantó las manos al cielo y luego miró hacia Yin Yu con una sonrisa burlona.

Yin Yu sabía que Jian Yu sólo estaba tratando de aligerar el ambiente y subir un poco los desganados ánimos que tenían. Pero no tenía cara para mirar a Jian Yu y seguirle el juego mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano.

Habían pasado ya dos semanas desde que fueron expulsados del cielo. El incidente del Brocado Inmortal no tenía mucho que había sucedido y había dejado una huella psicológica en ambos y en cualquier espectador, pero a Yin Yu ya le parecía que había sucedido hace años. Después de todo, con su inmortalidad sellada, pero no las necesidades biológicas de su cuerpo, y por tanto, conservando el cuerpo de un mortal, Jian Yu y Yin Yu habían pasado las últimas dos semanas buscando cómo sobrevivir en un mundo en el que no encajaban.

No iba a morir si no comía, pero el hambre era un monstruo acechando desde lo más oscuro. Una abrumadora necesidad que habían olvidado, la sensación de sus entrañas rugiendo por comida y agua. En el cielo se habían dado el lujo de comer por gula, ahora cambiarían cualquier clase de trabajo físico por un trozo de algún bollo duro, una hogasa de pan, lo que fuese.

Era difícil conseguirlo. Los pocos que reconocían a Yin Yu como el dios que fue, lo odiaban a muerte. Los demás, sólo consideraban que era absurdo pagar por el exterminio de monstruos y otras amenazas cuando el Oeste contaba ya con un dios protector de todas las aldeas y ciudades.

Aún no habían logrado salir del Oeste, por lo que la majestuosidad de Quan Yizhen seguía cerniéndose sobre ellos como una sombra. Ni siquiera en el reino mortal estaban exentos de ese poderoso halo contra el que Yin Yu jamás pudo rivalizar.

Les tomaría otro tanto caminar hacia las fronteras y salir del Oeste. Si lo conseguían tal vez podrían asentarse en algún sitio y abrir una escuela de artes marciales o algo. Jian Yu seguía insistiendo en que Yin Yu tenía que concentrarse en volver a ascender, pero Yin Yu a su vez seguía negándose en cultivar. Sólo le importaba ahora saber con qué se llenaría el estómago en el día y en dónde podría refugiarse para esconderse de Quan Yizhen.

Pero aunque era horrible este estilo de vida, Yin Yu sentía un pequeño alivio al saber que ya no le debía nada a nadie y que las únicas expectativas que tenía que cumplir eran las de Jian Yu, que seguía a su lado. Y a quien estaba a punto de decepcionar.

Otra persona a la que Yin Yu había fallado.

Porque estas no eran náuseas por hambre.

Yin Yu no respondió a Jian Yu, ni siquiera se molestó con la burla. No decir nada fue, de hecho, decir demasiado. Yin Yu cerró los ojos suspirando e, inconscientemente, se llevó una mano a su abdomen plano.

No quería ver la cara de Jian Yu en este momento.

"Oh, no". Jian Yu contuvo el aliento. Yin Yu podía sentir su corazón en sus oidos, su cuerpo tembló cuando Jian Yu dió grandes zancadas hasta él y lo tomó por los hombros. "No puede ser, maldita sea, ¡Dime que estás bromeando, joder!".

Yin Yu apretó los labios y sus párpados se abrieron débilmente. Sintió las lágrimas calientes formarse en sus ojos, pero no las derramó. Había esperado un momento más adecuado para decirle a Jian Yu, todo esto ya era demasiado para ambos, esperaba encontrar un poco de estabilidad antes de revelar su sucio pecado.

Té de Melocotón • QuanYinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora