𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐃𝐢𝐞𝐜𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨

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∙:♛:∙ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏɴ ɪ/ɪ∙:♛:∙

┏━━━━━━∙:♛:∙━━━━━━┓UN   VALOR ESPECIAL┗━━━━━━∙:♛:∙━━━━━━┛𝙰𝚛𝚒𝚜𝚑𝚊 𝚁𝚘𝚘𝚜𝚎𝚟𝚎𝚕𝚝

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UN VALOR
ESPECIAL
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𝙰𝚛𝚒𝚜𝚑𝚊 𝚁𝚘𝚘𝚜𝚎𝚟𝚎𝚕𝚝

Algunas cosas que estaban en casa guardaban un valor especial, como las cosas de mi madre; de hecho, creo que es lo único.

Nunca imaginé que dejaría este lugar. Aunque comprendía las circunstancias, sabía que podía arreglármelas sola, o al menos tratar de hacerlo. Sin embargo, Drystan decía que debía acompañarlo, creo que eso se escuchó más como una orden de su parte, ya que ni siquiera me preguntó si quería hacerlo.

La idea de ir a un país desconocido y vivir con él, ahora era un tanto extraña, ya que apenas lo conozco, pero ya no tenía a nadie y, la verdad, no quería estar sola, al menos no por ahora. No ha sido más que amable conmigo, sin mencionar que me salvó de esas personas; le debía mucho por salvarme la vida, supongo que su compañía estaría bien; en estos momentos, confiaba en él más que en cualquier otra persona.

Con mi cactus entre mis manos observaba la habitación de las cosas de mi madre, fue lo primero que tomé, me sorprendía un poco que aún estuviese con vida, sin embargo, la pequeña flor que lo decoraba se había marchitado. No era como si hubiese pasado mucho tiempo, aunque sí se sentía de esa manera.

Tratar de decidir era un poco complicado, ya que, para mí, todo lo que estaba en esta habitación era muy importante, pues son mis recuerdos, aquellos que guardaba de ella y, honestamente, no quería perderlos.

Dejé el cactus sobre la mesa y abrí el cofre de joyas de mi madre, era un cofre muy bonito de madera y con detalles marítimos, como perlas, algas, conchas, estrellas de mar y caracoles, todo en color blanco. Dentro estaba lleno de pendientes, lazos, collares y todo tipo de accesorios, no había algo que ella no hubiese tenido.

Lo moví un poco para abrir el álbum de los recuerdos que estaba sobre la mesa, había muchas fotografías, de mamá y papá en su boda, yo de bebé, de los tres juntos, incluso había una en la que estábamos mamá y yo con el tío Gian, creo que tenía algunos siete años cuando esta foto fue tomada; recordaba ese día, aunque no mucho. La saqué del plástico del libro para poder apreciarla más de cerca.

Dejé salir todo el aire de mis pulmones y la pegué a mi pecho con los labios fruncidos. En un abrir y cerrar de ojos todo lo que me quedaban eran recuerdos.

Con una profunda respiración me recosté de la mesa con una expresión de dolor. No era capaz de hacer movimientos bruscos o que conlleven tanto esfuerzo.

—¿Estás bien?

Desvíe la mirada hacia la puerta en el momento en que escuché su voz.

—Todas las cosas que están aquí son importantes y, no quiero deshacerme de ellas, como sus libros de leyes... aunque no creo que me sean útiles nunca más, pero, cada cosa que hay aquí es un recuerdo que no quiero perder de ella.

La promesa de Mr. Wyltz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora