𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐎𝐧𝐜𝐞

597 48 63
                                    

∙:♛:∙ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏɴ ɪ/ɪ∙:♛:∙

┏━━━━━━∙:♛:∙━━━━━━┓EN ESCENA┗━━━━━━∙:♛:∙━━━━━━┛(𝙾𝙼𝙽𝙸𝚂𝙲𝙸𝙴𝙽𝚃𝙴)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

┏━━━━━━∙:♛:∙━━━━━━┓
EN ESCENA
┗━━━━━━∙:♛:∙━━━━━━┛
(𝙾𝙼𝙽𝙸𝚂𝙲𝙸𝙴𝙽𝚃𝙴)

  A pesar de lo ocupado que Drystan Wyltz se encontraba la noche del día siguiente, aceptó reunirse con quien consideraba que era un buen colega, habían quedado en el muelle de siempre en donde llevaban a cabo sus reuniones.

Aunque se trataba de un encuentro amistoso Drystan nunca asistía desprotegido a ningún lugar en ninguna circunstancia, siempre tenía a los suyos cerca o incluso a la distancia, o ambos. Al llegar encontró a Ilian Volkov con una apariencia un poco inusual, se movía de un lado a otro como si estuviese en desesperación, este, al verlo llegar suspiro en alivio muy notablemente.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —Preguntó curioso sin dejar de inspeccionarlo.

—Hay un favor que puedes hacerme.

Drystan estaba dispuesto a tenderle la mano en lo que pudiese, más de una vez este hombre le ha ayudado sacándolo de apuros, sentía que era lo mínimo que podía hacer, por supuesto, siempre dependiendo sobre de qué se trataba. Se acercó con toda confianza para poder hablar más cómodamente.

—Dime que es lo que puedo hacer por ti.

—Tengo dos muchachas, son dos perlas hermosas, recién me llegaron este fin de semana... Pense que podría interesarte, tal vez un intercambio.

—¿Un intercambio?

—Exacto, te las daré a las dos a cambio de una, es todo lo que pido, como favor.

Drystan no comprendía sus palabras, no tenía sentido que quisiera intercambiar a dos muchachas por una, era absurdo.

—¿Dos por unas? ¿Eso es lo que dices?

—Escucha, Drystan, amigo, estoy teniendo problemas y, son problemas de verdad, no tonterías, debo resolverlo en cuanto antes, ella; ella solucionará mis asuntos, el precio que tiene es elevado, la necesito.

Con la mirada entrecerrada Drystan miró a Ilian a los ojos escudriñando su mirada.

—Y... ¿De quién estamos hablando exactamente?

—¡De la lobita, ella!

Aquellas palabras bastaron para generar desconfianza en el hombre frente a sus ojos, sabía perfectamente a quien se refería con aquel apodo, y él no estaba dispuesto a entregarla y muchísimo menos por un favor, lo que este hombre pedía era una burla y una falta de respeto, ¿acaso no sabía que Arisha Roosevelt le pertenecía? No, claro que no, pero se lo dejaría saber para que nunca se le ocurriera pedírsela otra vez.

La promesa de Mr. Wyltz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora