𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐓𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 & 𝐂𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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∙:♛:∙ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏɴ ɪ/ɪ∙:♛:∙

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EN ESCENA
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(𝙾𝙼𝙽𝙸𝚂𝙲𝙸𝙴𝙽𝚃𝙴)

Una espesa nevada cubría el norte de Rusia. Astreyd se encontraba en el edificio abandonado a pocos metros de la base de Kssian Iakobo; observaba con sus binoculares al grupo de hombres afuera, en la entrada de la base. Era incapaz de oír lo que decían, pero podía ver claramente. Contaba unos treinta hombres, incluyendo a Iakobo, que estaba en el centro hablándoles. Todos estaban armados hasta los dientes.

Astreyd había tenido un mal presentimiento desde la semana anterior, cuando estuvo en el mismo lugar. Se movían demasiado, más de lo habitual; era claro que algo estaba sucediendo, y ella quería saber qué, tuviera o no relación con su hija. Siempre era mejor estar preparada.

Vio cómo se dispersaban. Kssian subió a un todoterreno con otros hombres, mientras los demás hacían lo mismo, abordando vehículos diferentes, pero del mismo modelo. En un parpadeo se marcharon, y ella seguía sin tener idea de a dónde.

Bajó los binoculares, le sacó la tarjeta de memoria y luego los lanzó a algún rincón de la habitación; ya no los necesitaba, solo lo que había documentado. Guardó la tarjeta en uno de los bolsillos de sus pantalones militares, antes de salir de la habitación y bajar la hilera de escaleras deterioradas, sorteando escombros a su paso.

Atravesó la nieve, caminando entre ella. El viento frío se filtraba un poco por su vestimenta, haciendo contacto con su piel. No le resultaba molesto, aunque el frío le atravesara hasta los nervios. Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta semiacolchada y miró a su alrededor; todo era blanco. El suelo estaba cubierto por varios centímetros de nieve, los árboles desnudos, sin hojas, a excepción de los altos pinos y abetos, que se alzaban, su verde intensificado por el contraste con el blanco de los copos de nieve, que se amontonaban sobre ellos.

Recorrió la distancia despejada hasta llegar a la hilera boscosa, una barrera de árboles que dividía un espacio de otro. Se adentró caminando entre los pinos y abetos para llegar al otro claro y poder marcharse de ese lugar.

Sentía cierta urgencia por llegar con Arisha, pues Demyan había organizado una cena en su restaurante. Sin embargo, nadie le había mencionado que su padre estaría presente, ni siquiera él tuvo la decencia de informarle. Tenía que hablarle a Arisha sobre la organización antes de que Dieter lo hiciera primero y le endulzara cosas que en realidad eran más amargas que un pomelo. Tenía muy presente que él trataría de convencerla a como diera lugar, a pesar de haberle prometido no hacerlo. Eran ese tipo de circunstancias las que la hacían sentir que estaba sola en el mundo de su padre; ellos parecían no respetar sus deseos ni sus decisiones con tal de lograr sus objetivos. Pero así eran con todos y todo.

La promesa de Mr. Wyltz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora