Capítulo 10: La Rose

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ELEANOR

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ELEANOR

Días después  decidimos volver a la investigación ya habíamos perdido demasiado tiempo y nuestras vidas corrían riesgo, ya lo habíamos comprobado en la cabaña.

La muerte de Edward Lowell en 1988 y del profesor Bernard nos habían sumido en un laberinto de misterio cada vez más complejo. Los cuatro Lizzy, Esteban, Bastien y yo nos sentíamos como piezas dispersas de un rompecabezas que no encajaban. La incertidumbre y el miedo se cernían sobre nosotros como una densa niebla.

—No tiene sentido. ¿Qué conexión podrían tener nuestros padres con estos eventos? ¿Qué secretos guardan? —preguntó Esteban mientras leía las páginas de un antiguo libro.

—Tal vez sea solo una coincidencia. Tal vez estemos buscando fantasmas donde no los hay. Estamos creando historias donde no las hay— Lizzy no quería creer que nuestros padres estaban involucrados en esto.

—No lo creo. Hay demasiadas conexiones, demasiadas pistas que apuntan en la misma dirección. Tenemos que seguir investigando, a pesar del peligro—expresó Bastien de forma determinada.

Emprendimos una búsqueda implacable de la verdad, un viaje que nos llevó a desenterrar los secretos del pasado de nuestros padres.

Descubrimos que, en su época de estudiantes, nuestros padres formaban parte de un grupo clandestino conocido como "La Rose". Este grupo se dedicaba a la venta y fabricación de drogas, actividades ilícitas que operaban bajo la fachada de un club de química. El grupo operaba dentro del internado, utilizando la antigua cabaña como escondite.

Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Edward Lowell, según las investigaciones, había sido víctima de un accidente automovilístico en 1988. Sin embargo, encontramos información que sugería que no había sido un accidente, sino un asesinato.

Al parecer, Edward había sido parte del grupo, pero luego lo abandonó por circunstancias que no se saben y planeaba revelar las actividades que llevaban a cabo. Los miembros del grupo, para protegerse, lo eliminaron.

El profesor Bernard, quien en ese entonces era un joven profesor recién llegado al internado, también estaba relacionado con "La Rose". La evidencia circunstancial sugería que había ayudado a encubrir la muerte de Edward.

Sin embargo, una parte no terminaba de cuadrar: ¿Qué papel jugábamos nosotros en todo esto? ¿Por qué nos acusaban de asesinato? ¿Y quién había matado al profesor Bernard?

—No tiene sentido. Si el profesor Bernard estaba encubriendo la muerte de Edward, ¿por qué lo matarían? —dijo Bastien tratando de procesar toda la información que habíamos encontrado.

—Tal vez alguien descubrió su participación y lo eliminó para asegurarse definitivamente de que no hablara —respondió Lizzy con voz temblorosa cargada de miedo.

—O tal vez... el verdadero asesino está entre nosotros— sugirió Esteban pensando alternativas de lo que pudo haber pasado.

Un silencio sepulcral se apoderó del grupo. La mirada de cada uno se posó en las demás personas que se encontraban en el comedor, la sospecha y el miedo se reflejaban en nuestros ojos.

—Tenemos que seguir investigando. Tenemos que encontrar al culpable, sea quien sea— pronuncie de forma firme.

En estas instancias no podíamos detenernos, estábamos muy cerca de que todo salga a la luz.


En estas instancias no podíamos detenernos, estábamos muy cerca de que todo salga a la luz

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FLASHBACK

1986
Bosque de Boulogne, Francia.

La cabaña del internado estaba envuelta en una oscuridad profunda esa noche. Dentro, los padres de Eleanor, Lizzy, Esteban y Bastien se reunían en silencio, iluminados apenas por la luz titilante de una lámpara de aceite. La tensión en el aire era palpable, mezclada con el humo de los cigarrillos que flotaba en espirales alrededor de ellos.

—No podemos dejar que esto salga a la luz. Edward sabe demasiado, podría destruir todo lo que hemos construido —habló George Roosevelt.

—Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde. ¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó John Blackwood.

—Podríamos enviarle un mensaje claro. Hacerle entender las consecuencias de sus acciones —sugirió Pierre Duchamp.

—No podemos correr riesgos. Si se vuelve contra nosotros...

Antes de que Isabella pudiera concluir sus palabras, un ruido distante resonó fuera de la cabaña. El grupo se congeló en el acto, miradas de paranoia cruzándose entre ellos mientras escuchaban los pasos lentos y deliberados acercándose.

—Podríamos... enviarle una nota. Hacerle saber que estamos dispuestos a todo para proteger lo nuestro —susurró Isabella con tensión en la voz.

El silencio se convirtió en su aliado mientras esperaban, los corazones latiendo al unísono en la penumbra de la cabaña. El sonido se detuvo abruptamente, dejando un vacío ominoso en el aire. Ninguno de ellos se atrevía a hablar, temerosos de que alguien estuviera escuchando en la oscuridad exterior.

Al final, solo quedó la incertidumbre flotando en la cabaña, junto con la sombría realidad de que habían comenzado algo que no podían deshacer fácilmente. Las miradas entre ellos reflejaban un pacto implícito de silencio y complicidad, pero también una pregunta sin respuesta: ¿qué más podría descubrirse si alguien más estaba escuchando en las sombras esa noche?

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