Capítulo 2: Choque de egos

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ELEANOR

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ELEANOR

El sol de la mañana se colaba por las rendijas de las persianas, iluminando mi rostro y anunciando el inicio de un nuevo día. Un día que prometía ser emocionante: mi primer día de clases en el internado.

Me levanté de la cama con una mezcla de nerviosismo y entusiasmo. Me vestí con rapidez, ansiosa por empezar a explorar este nuevo mundo que se abría ante mí.

En el comedor, Esteban me esperaba con un desayuno caliente y una sonrisa radiante.

—Buenos días, Eleanor —dijo con alegría—. ¿Lista para tu gran debut?

—Más que lista —respondí, devorando un panqueque con frutillas—. Estoy ansiosa por conocer a mis profesores y compañeros.

Esteban me guiñó un ojo pícaro.

—Prepárate para una experiencia inolvidable. Este internado está lleno de sorpresas, algunas agradables y otras no tanto.

Con esas enigmáticas palabras resonando en mi mente, me dirigí a mi primera clase. Al entrar al aula, mis ojos se encontraron con los de un chico que destacaba del resto. Era alto, con cabello negro azabache despeinado y ojos azules que parecían taladrar mi alma. Un aura de arrogancia lo rodeaba, pero a la vez emanaba una irresistible seguridad.

Lizzy me susurró al oído:

—Ese es Bastien Duchamp. Hijo de un multimillonario y político francés. El chico más popular e idiota del internado, pero también el más inteligente.

No pude evitar observarlo con detenimiento. Bastien era sin duda atractivo, pero su actitud arrogante me erizó la piel.

La clase de literatura francesa comenzó y me sumergí en el análisis de un poema de Baudelaire. De pronto, Bastien levantó la mano con aire petulante.

—Profesor, la interpretación que ha dado del poema es superficial y simplista. Baudelaire no buscaba solo belleza estética, sino expresar la complejidad del alma humana.

El profesor, impresionado por la perspicacia de Bastien, entabló una conversación con él sobre el poema. Yo, que también era una apasionada de la literatura, no pude evitar intervenir en la discusión.

—Creo que la interpretación del profesor es válida. Baudelaire sí buscaba belleza estética, pero también exploraba la oscuridad del ser humano.

Bastien me miró con desdén.

—Tu opinión es válida, señorita Roosevelt, pero se nota que tu experiencia en la vida es limitada. Para comprender realmente a Baudelaire, se necesita haber vivido un poco más.

Mi sangre hirvió de furia.

—Mi experiencia no define mi capacidad de análisis. Y te puedo asegurar que he vivido lo suficiente para entender la complejidad de las emociones humanas.

La discusión entre Bastien y yo se intensificó, creando un ambiente tenso en el aula. Los demás alumnos observaban en silencio, algunos con diversión, otros con incomodidad.

Finalmente, el profesor intervino para calmar la situación.

—Basta ya —dijo con firmeza—. Ambos tienen puntos de vista válidos. La literatura es subjetiva y lo importante es que podamos debatir con respeto nuestras opiniones.

El timbre sonó como un disparo, liberándonos de la tensa atmósfera de la clase de literatura. Bastien salió por la puerta con un aire de suficiencia que me hervía la sangre. Todavía podía sentir la punzada de su comentario sobre mi "experiencia limitada". Me dirigí a la siguiente clase con la mandíbula apretada, deseando encontrar una forma de demostrarle lo equivocado que estaba.

Lizzy, por su parte, caminaba a mi lado en un extraño silencio. Normalmente era un torbellino de energía y cháchara, pero hoy parecía una sombra de sí misma.

—¿Qué te pasa, Lizzy? —le pregunté, preocupada por su actitud sombría. Ella me lanzó una mirada furtiva antes de responder en voz baja. —Bastien... no es alguien con quien quieras meterte.

Su tono misterioso me puso los pelos de punta.

—¿A qué te refieres? —indagué, frunciendo el ceño.

Lizzy suspiró, como si estuviera debatiéndose internamente.

—Solo te digo que tiene fama de ser... peligroso. No le gusta que lo desafíen.

Un fuego de desafío se encendió en mi interior. No iba a dejar que un chico arrogante me amedrentara.

—No me importa su reputación —dije con voz firme—. No voy a dejarme intimidar por nadie.

Lizzy me miró con una mezcla de admiración y algo que podría ser miedo.

—Eres valiente, Eleanor. Pero te aconsejo que tengas cuidado. Bastien puede ser... impredecible.

Sus palabras me dieron mucho en que pensar. La verdad es que el chico me intrigaba.

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