Capítulo 6: Revelaciones inesperadas

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ELEANOR

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ELEANOR

Los cuatro nos encontrábamos en mi habitación, rodeados de libros y documentos. La investigación nos había llevado a un mapa hecho a mano, oculto entre las páginas del libro "Los chismes y secretos de L'École De La Rose". El mapa indicaba un lugar en el bosque, un lugar donde creíamos que la sociedad secreta realizaba sus actividades ilícitas.

—Bueno, chicos, parece que nos vamos de excursión al bosque.

—Claro que sí, Bastien. Y tú serás el guía, ¿no? — dijo Lizzy con un tono burlón.

—Por supuesto, mi bella Lizzy. Seré tu fiel escudero en esta aventura llena de peligros —respondió sarcásticamente.

—No empiecen con sus juegos ahora. Tenemos una misión que cumplir —informó Esteban entre risas.

—De acuerdo. Esteban tiene razón. Hay que concentrarnos en encontrar el lugar —dije.

Emprendimos la marcha hacia el bosque, siguiendo las indicaciones del mapa. La luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles, creando un juego de luces y sombras que daba un aire misterioso al lugar. El canto de los pájaros y el sonido del viento entre las hojas eran la única banda sonora de nuestra aventura.

—Esto es peor que una clase de educación física— expresó Bastien con fastidio y luego agregó—Ya me duelen los pies.

—Ay, Bastien, no seas tan delicado. Un poco de ejercicio te vendrá bien —respondió la colorada burlándose.

—Claro que sí, Lizzy. Y después podemos hacer yoga y cantar canciones de Xuxa.

—No te preocupes, Bastien, ya casi llegamos —informe entre risas tratando de que no vuelva a quejarse.

A unos metros de distancia, oculto entre las ramas de un árbol centenario, se encontraba una pequeña cabaña de madera. La cabaña era vieja, con un aspecto abandonado que contrastaba con la exuberancia del bosque que la rodeaba.

—Parece que este es el lugar— comentó Esteban no tan seguro.

Un silencio expectante se apoderó del grupo. La brisa susurraba entre las hojas, amplificando el sonido de nuestros latidos acelerados.

Nos acercamos a la cabaña con cautela, nuestros pasos resonaban en el silencio del bosque. La puerta crujió al abrirse, revelando una habitación oscura y polvorienta. Un olor a humedad y abandono impregnaba el aire.

—Parece que nadie ha estado aquí en mucho tiempo— habló Lizzy mientras encendía una linterna.

El haz de luz de la linterna barrió la habitación, revelando muebles antiguos cubiertos de sábanas blancas, instrumentos de laboratorio oxidados y libros polvorientos apilados en estantes desvencijados.

Bastien se encontraba examinando un microscopio:

—Esto parece un laboratorio.

—Y por lo que veo, un laboratorio bastante avanzado para la época— contestó Esteban hojeando un viejo libro.

Inspeccionando el lugar un marco de fotos escondido en un cajón llamó mi atención. Lo recogí con cuidado y la imagen me dejó helada. La foto mostraba a un grupo de personas vestidas con batas blancas, sonriendo frente a la cabaña. Entre ellos, reconocí al instante a mi padre junto al profesor Bernard. Pero lo que más me impactó fue la presencia de Edward Lowell.

—Miren esto...—llamé a los demás con la voz temblorosa.

Ellos se reunieron a mi alrededor, sus ojos se agrandaron al ver la fotografía.

—¡No puedo creerlo! ¿Qué hace mi madre aquí con Edward Lowell y el profesor Bernard? —exclamó sorprendida.

—Mi papá también está, ¿por qué están vestidos con batas blancas? —dijo Bastien con rostro de confusión y sorpresa a la vez.

—Parece que todos nuestros padres estaban involucrados en algo que se desarrollaba aquí, en la cabaña —masculló Esteban.

El silencio se apoderó del grupo mientras cada uno asimilaba la impactante información. La fotografía no sólo revelaba la conexión entre nuestros padres y el profesor Bernard, sino que también implicaba a Edward Lowell en un misterio que se tornaba cada vez más complicado.

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