ELEANOR
El frío viento otoñal agitaba las hojas doradas mientras descendía del lujoso automóvil que me había transportado desde el aeropuerto hasta la imponente entrada del internado francés, L'École de la Rose. Sentí una mezcla de emociones y nerviosismo al contemplar el majestuoso edificio del siglo XIX que se erguía frente a mí.
Me encontraba en un país extranjero, en un internado desconocido, con la única compañía de mis propios pensamientos y el recuerdo de mi antigua vida en Londres. A mis diecisiete años, la incertidumbre y la aventura se mezclaban en un torbellino de emociones dentro de mí.
Al adentrarme en el edificio, me encontré con una variedad de estudiantes, algunos con semblantes de confianza, otros con un nerviosismo palpable. Un hombre alto y de aspecto amable se aproximó a mí con una sonrisa.
—Buenos días, señorita Roosevelt. Soy Monsieur Duval, el mentor de los estudiantes. Bienvenida a L'École de la Rose.
—Encantada de conocerlo, Monsieur Duval. Gracias por la bienvenida.
—No hay de qué, señorita. Estoy aquí para ayudarla a instalarse y a que se sienta cómoda. ¿Ha tenido un buen viaje?
—Sí, gracias. Un poco largo, pero sin problemas.
—Me alegra escucharlo. Ahora, si me permite, la llevaré a su habitación. Allí podrá dejar su equipaje y conocer a su compañera de cuarto.
Mientras caminábamos por los largos pasillos del internado, Monsieur Duval me brindaba información sobre el lugar, las reglas y las actividades que se realizaban. Me sentía un poco abrumada por la cantidad de información, pero al mismo tiempo, una chispa de curiosidad se encendía en mi interior.
Finalmente, llegamos a una habitación al final del pasillo. Monsieur Duval abrió la puerta y me dijo:
—Aquí es donde estará durante su estadía. Su compañera de cuarto aún no ha llegado, pero estoy seguro de que se llevarán bien.
Observé la habitación con detenimiento. Era amplia y luminosa, con dos camas, dos escritorios y un armario grande. Desde la ventana se podía contemplar el extenso jardín del internado.
—Muchas gracias, Monsieur Duval. Me gusta mucho la habitación.
—De nada, señorita. Si necesita algo, no dude en preguntarme. Ahora, debo irme. Le deseo un buen descanso y espero verla en la cena esta noche.
Me encontraba sola en la habitación, con el corazón palpitando. Era un nuevo comienzo, una página en blanco en mi historia. Me levanté y me acerqué a la ventana para observar el paisaje otoñal que se extendía ante mí. De repente, la puerta de la habitación se abrió y una chica sonriente entró con una maleta en la mano.
—¡Hola! ¿Eres la nueva? Yo soy Elizabeth Lawson, pero me llaman Lizzy.
Me invadió una sensación de alegría al encontrar un rostro amigable. Le sonreí y estreché su mano con calidez.
—Encantada de conocerte, Lizzy. Soy Eleanor Roosevelt.
—¡Eleanor! ¡Qué nombre tan elegante! Me alegro de que seas mi compañera de cuarto. Espero que nos llevemos bien.
—Yo también lo espero.
Nos sentamos en nuestras respectivas camas y comenzamos a hablar. Lizzy me contó sobre su vida en el internado, sus amigas, sus clases favoritas y sus profesores. Yo le hablé sobre mi familia, mi vida en Londres y mis expectativas para mi nueva vida en Francia.
A medida que conversábamos, una conexión especial se fue creando entre nosotras.
Esa noche, en la cena, mi compañera de cuarto me presentó a Esteban y a algunos otros compañeros de clase. Esteban tenía una presencia tranquila pero segura, y su sonrisa amistosa me hizo sentir bienvenida de inmediato.
—Lizzy, ¿quién es tu nueva amiga? —preguntó Esteban con curiosidad.
Ella se giró hacia mí con una sonrisa brillante.
—Esteban, Marie, Logan, les presento a Eleanor Roosevelt! Acaba de llegar al internado.
Marie, con una mirada desafiante, apenas asintió en mi dirección, mientras que Logan, un chico más reservado, me dedicó una tímida sonrisa.
—Encantada de conocerlos, Esteban, Marie, Logan —dije con una sonrisa, tratando de ignorar la tensión en el aire.
—El placer es mío —respondió Esteban con cortesía, mientras que Marie apenas murmuró un saludo y Logan asintió tímidamente.
Lizzy, como siempre, trató de romper el hielo.
Las conversaciones continuaron, aunque la atmósfera seguía siendo un poco tensa. Al terminar la cena, me excusé y me dirigí a mi habitación. Estaba agotada, tanto física como mentalmente. La experiencia del día me había dejado exhausta. Lo único que quería era descansar y olvidar las incómodas sensaciones que me invadían.
Al entrar en mi habitación, me encontré con una nota sobre la cama. La curiosidad me venció y la tomé en mis manos. La letra era temblorosa, escrita con tinta negra y llena de faltas de ortografía. Decía: "ASESINA. VAS A PAGAR POR LO QUE HICISTE."
Confieso que me sentí perturbada por un momento, pero luego me di cuenta de que la nota era anónima. No tenía idea de quién la había escrito o a qué se refería. Lo más probable era que se tratara de una broma de mal gusto. No le di más importancia y la guardé en mi escritorio.
Me cambié de ropa y me metí en la cama. A pesar de la extraña nota, el cansancio pudo más y me dormí rápidamente.
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INK & BLOOD
Misterio / SuspensoEn el prestigioso internado L'École de la Rose, el profesor Bernard es encontrado muerto en su oficina, desencadenando una intensa investigación donde cuatro estudiantes, Eleanor, Bastien, Lizzy y Esteban, se ven envueltos en una red de sospechas, s...