Conde Uchiha

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Capítulo VII:

Londres, Inglaterra, junio de 1815

Sakura contuvo un bostezo y escudriñó el salón de baile con los ojos entrecerrados. La celebración había sido todo un éxito, así que el salón estaba a rebosar y, a pesar de la multitud de ramos de flores que lo poblaban, desprendía un olor bastante desagradable. No tenía el menor deseo de estar allí, pero Fugaku había insistido en que asistiera.

Cualquiera creería que a lo largo de los últimos cuatro meses su relación había cambiado; al fin y al cabo, los dos se habían esforzado mucho en que ella entrase con éxito en el mundo de la alta sociedad, pero no era el caso. Sakura detestaba a ese hombre horrible tanto como el primer día. Por desgracia, al estar sola no había tenido más remedio que acudir al marqués y pedirle ayuda. Necesitaba el apoyo de su suegro si quería presentarse como lady Uchiha. Sin él, la alta sociedad le habría negado el respeto que su título se merecía.

Personalmente, a Sakura no le importaba lo más mínimo lo que pensará de ella el beau monde y, si hubiese podido elegir, se habría quedado todos esos meses en casa lamiéndose las heridas. Su hijo, sin embargo, se merecía empezar con buen pie en ese mundo, y por ese único motivo fingía interesarse por la alta sociedad. Todos sus esfuerzos se vieron recompensados con el gran éxito que obtuvo. Incluso Fugaku estaba impresionado; Sakura casi podía sentir que el viejo marqués empezaba a experimentar cierta debilidad por ella. El padre de Sasuke se pondría muy contento cuando descubriera que Sakura estaba embarazada y que, por tanto, su plan había dado por fin el resultado deseado. Pero la buena nueva era demasiado bonita para compartirla con el resto del mundo. Sakura sospechaba que a Fugaku le proporcionaría cierto placer conocer la noticia antes que Sasuke, y por eso mismo se negaba a darle tal satisfacción. Ése era el último detalle que tendría con su errante marido.

Sakura se hundió cuando él se fue, no paraba de llorar y de echarle de menos. Luego se puso furiosa. Ahora seguía estándolo.

Dejó la copa de limonada en la bandeja de un lacayo que pasó por su lado por no romperla. Sasuke no había cumplido con su palabra, la había abandonado en medio de esa manada de lobos y había huido de sus problemas. Ella jamás le perdonaría por ello. Nunca.

«Confía en mí», le había escrito. ¡Ja! Él se negaba a confiar en ella. Si estaban casados, ¿por qué iba a ser la única que tuviese la cortesía de creer en el otro?

—Excelencia, ¿estoy soñando un imposible si le pregunto si le queda algún baile disponible?-

Sakura se giró al oír esa voz tan familiar y suspiró al ver a Obito Uchiha. El hombre no era tan malvado como su tío; sencillamente, estaba equivocado y era fácil de manipular. De todos modos, Sakura le vigilaba de cerca y mantenía las distancias siempre que él intentaba estrechar su amistad. Obito había pretendido engañarla del peor modo posible, y Sakura jamás podría olvidar esa ofensa. Sin embargo, tenía que mantener las apariencias, y una de ellas consistía en fingir que estaba unida a la desagradable familia Uchiha.

—Por supuesto. Dentro de dos bailes.-Los ojos negros de Obito brillaron expectantes.

—Soy un hombre afortunado.-

En aquel instante, Sakura se fijó en lo mucho que Obito se parecía físicamente a Sasuke. Tenían el mismo pelo negro e idénticos ojos negros. No obstante, era una semejanza meramente superficial: Obito poseía el atractivo de un cachorro, mientras que Sasuke era una pantera dispuesta a cazar.

Sakura echó los hombros hacia atrás y se obligó a sonreír tras comprobar que eran el centro de todas las miradas. Su determinación por estar a la última en los dictados de la moda había sido primordial para alcanzar el éxito, y había podido comprar todas las creaciones que deseaba gracias a la generosidad de su esposo. Suspiró profundamente. Renunciaría gustosa a todo a cambio del amor de Sasuke. Pero ya era demasiado tarde.

—Lady Uchiha, creo que el próximo baile me lo ha reservado a mí.-

Sakura se dio media vuelta.

—Creo que tiene razón, monsieur Robidoux.-

El atractivo desconocido se inclinó elegantemente sobre los nudillos de Sakura. La piel morena y el pelo rubio del misterioso francés lo habían convertido en un hombre muy solicitado por ciertos miembros de la alta sociedad, pero a ella la dejaban indiferente. De todos modos, Sakura le ofreció la mejor de sus sonrisas. Él se la devolvió y la acompañó hasta la fila de parejas que se disponían a bailar.

—Esta noche está incluso más bella que de costumbre, mi lady.- Sakura arqueó una ceja.

—Gracias, monsieur.-

Robidoux había sido muy atrevido e insistente con ella desde que había llegado a Londres, un mes atrás; la invitaba a pasear por los jardines o por el parque, aunque ella siempre se negaba. Cada vez que se encontraba con él, Sakura tenía que mantenerse firme porque Robidoux buscaba quedarse a solas a la menor oportunidad.

—Lady Uchiha —pronunció con voz empalagosa—. Me han dicho que el título de Fugaku es muy antiguo y que goza de enorme respeto. Sin embargo, el marqués que va a heredarlo no ha asistido al baile. De hecho, nadie le ha visto ni ha oído hablar de él en los últimos cinco años.-

Sakura se rio, en parte porque le hizo gracia y en parte porque estaba exasperada. Los chismes acerca del paradero de su esposo habían alcanzado límites insospechados. Al fin y al cabo, era muy extraño que un hombre que prácticamente estaba desaparecido se casara. Por esos mismos motivos, Sakura había necesitado el apoyo de Fugaku.

—Le aseguro que lord Uchiha no es producto de mi imaginación.- Robidoux apretó los dedos con los que la sujetaba.

—Una mujer tan bella como usted jamás debería ser abandonada.- Sakura contuvo una mueca nada propia de una dama. Las insinuaciones de ese hombre empezaban a cansarla.

—No me ha abandonado, monsieur Robidoux.-

—¿Y dónde está su marido, entonces? Me gustaría mucho conocerlo.-

—Y lo hará, a su debido tiempo. —La danza campestre empezó y Sakura suspiró aliviada. Cuando se cruzaron en medio de la fila de bailarines, la sonrisa del francés no fue para nada encantadora.

—¿Quizá le apetezca dar un paseo conmigo por el jardín cuando esto acabe? —le pregunto Robidoux antes de separarse.

—No, gracias.-

Sakura dio las gracias en silencio cuando la música fue apagándose. Sólo faltaba un compás más y podría escapar de Robidoux. Ese hombre tenía algo que la ponía nerviosa. Las sonrisas nunca le llegaban a los ojos y cuando la miraba se sentía como si la... diseccionase.

—El muy honorable conde de Uchiha —anunció el mayordomo a pleno pulmón.

El salón entero se paralizó y el silencio cubrió a sus ocupantes como una niebla espesa. Sakura se dio media vuelta perpleja e incrédula.

RE II: Placeres robados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora