UNO

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- Esta es la llave de su departamento, señor Hwang.

Hyunjin agarró con algo de aversión la llave y apenas le regaló una media sonrisa falsa a la vieja; lo que él más quería era que la señora se fuera así podía alejar de su persona ese repugnante olor que traían las ropas de ella. Aunque luego de ingresar al diminuto departamento que había podía alquilar con el mísero sueldo que le quedaba, se dio cuenta que todo el lugar impregnaba a eso. Hyunjin, alto, flaco, ojos y melena lacia oscura por los hombros miró el lugar con las manos en la cintura.

Un par de horas antes había llegado el servicio de mudanza al sitio con las pocas pertenencias que le quedaban a Hyunjin: cama, sillón, armario, una mesa, dos sillas y una televisión vieja, además de bolsas y cajas. Por suerte el lugar contaba con cocina y heladera. Hyunjin vio que de una de las cajas que estaban en el piso estaba perdiendo líquido.

- No...

La desesperación de él fue tan grande que corrió hasta la caja y la abrió rompiendo el cartón. Hyunjin vio que entre algunos platos, cubiertos, paquetes de comidas y demás, una botella de whisky estaba rota y ya nada quedaba de su exquisito y caro contenido. Las puteadas que soltó al aire fueron demasiadas para reproducirlas. Sin importar todo lo demás que había en la caja, Hyunjin se limitó a extraer las otras botellas de alcohol y las fue dejando en la sucia mesada de la cocina. Siete botellas habían sobrevivido a la mudanza y cuando Hyunjin destapó una y comenzó a tomar desde el pico de la misma, no le importó saber que esa y las otras eran las culpables del traslado de él a una de las ciudades más podridas del país, para volver a empezar desde abajo.

Sólo un trago más...uno más...otro más...el último, pero Hyunjin no pudo parar hasta terminarse la botella entera. Cuando la alarma del celular sonó a primera hora de la mañana, Hyunjin se encontró durmiendo en el sillón, babeado y con una resaca de mil demonios. Él se sujetó la cabeza, odiándose una vez más por lo que había hecho, y apenas pudo levantarse para llegar a la ducha.

La ropa, que todavía estaba en bolsas, había quedado arrugada y no tuvo más remedio que ponerse un chaleco negro arriba de la camisa blanca aunque le clima no era tan fresco aún. Jean oscuro, zapatos – cómo odiaba usar zapatos – y la campera de cuer completaban el outfit de primer día. Antes de salir de lo que ahora era su dulce – y asqueroso también – hogar, se cepilló los dientes dos veces, aunque estaba convencido que el hedor a alcohol no se lo podría quitar jamás.

Hyunjin llegó a horario a la sede policial a la que lo habían transferido con la humillante papeleta en mano. El colega uniformado que lo recibió en la entrada leyó el nombre de él y Hyunjin estaba seguro que había evitado reírse en su propia cara. Sorete. El oficial lo condujo hasta la oficina del comisario. Hyunjin golpeó con los nudillos de la mano la puerta de vidrio y desde adentro vio cómo un hombre no mucho más grande que él caminaba a recibirlo. La puerta se abrió.

- ¿Hwang, Hyunjin?

- Sí, señor.

El comisario le ofreció de entrar y con la mano le señaló la silla delante del despelotado escritorio. Él, alto, formado, de cabello oscuro y ojos intensos, se sentó en su gran silla reclinable.

- Bueno, Hwang...bienvenido...soy Bang Chan y como todos los que terminan acá, sé que no te estuviste manejando de la mejor manera.

Hyunjin ya empezaba a sentir calor de lo incómodo que podía llegar a ser esto: no era su primer traslado por mal desempeño de las funcionales laborales, pero realmente no era su culpa, él intentaba ser mejor persona pero desde que su pareja lo había abandonado, su único aliado, el alcohol, no lo dejaba trabajar en paz. Él sólo pudo bajar el rostro.

Charmer - HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora