Charmer - Hyunlix

CINCO

La rutina de Hyunjin se había empezado a volver tediosa: no había alcohol en toda la casa, excepto el etílico del botiquín de primeros auxilios, las rondas con sus compañeros de policía consistían en lo mismo día a día y al volver a la casa, Félix se iba para regresar tarde todas las noches. Él no había pensando bien con antelación las consecuencias de tener al muchacho rubio en su casa, pero de todos los escenarios posibles en su mente, jamás se hubiera imaginado que se preocuparía tanto por ese desconocido que vendía su cuerpo para poder comprar comida todos los días y no molestar a Hyunjin.

Otra de las situaciones que Hyunjin no imaginó, es que tener a alguien en su casa haría que el recuerdo de Jeongin fuera cada vez más espaciado, hasta habiendo días en que llegaba a no pensar en él. Realmente el morocho estaba preocupado por el tsunami de su cabeza.

Félix también tenía un revoltijo en la mente y tampoco estaba pudiendo acomodar las ideas. Él se sentía feliz cada vez que amanecía bajo un techo – no importaba que durmiera en un sillón, ya que era el lugar más cómodo en donde se había acostado en el último tiempo – y sentía la calidez de una casa, de un hogar, donde nadie lo maltrataba o le decían puto mentiroso de mierda. Pero a medida que las horas pasaban, él sabía que cuando la noche llegara, tenía que salir a verse con un tipo o dos y dejarse hacer las perversiones más oscuras por un par de billetes. A esta altura, Félix podría dar el alma al demonio para conseguir a un cliente que realmente se enganchara con él y lo sacara de la calle. Pero un cliente lindo, cariñoso, bondadoso, amable, respetuoso y que lo valoraba. Félix pensó que el oficial Hyunjin reunía casi todas esas cualidades, y eso le dio miedo. El oficial Hyunjin, un extraño que lo había rescatado de una situación de mierda, se había preocupado por él y hasta le había abierto la puerta de su casa. ¿Hyunjin estaría dispuesto a abrir las puertas de del corazón por él? ¿Félix realmente quería que eso sucediera? Lo que Félix quería era probar a Hyunjin, en eso no había dudas: él no podía entender que estando los dos viviendo juntos, no hubieran todavía tenido sexo. Porque él era el encantador y nadie se le resistía. ¿Y por qué Hyunjin sí? ¿Por qué Hyunjin no era como otros policías que pagaban por sus servicios?

Félix levantó la cabeza y chocó la mirada con la de Hyunjin, quien se atoró con el desayuno. Ellos dos estaban sentados alrededor de la mesa, comiendo en silencio. Félix rió por el ahogamiento del oficial.

- ¿Estás bien?

- Sí...estaba pensando.

Desde donde Hyunjin estaba sentado podía ver asomar por debajo de la cama, la caja cerrada donde quedaban las pocas cosas de Jeongin.

- Por tu cara de pánico diría que pensabas en mí.

Hyunjin abrió grandes los ojos. Mierda. Félix volvió a reír y no le dio tiempo a contestar que se puso de pie y llevó el plato vacío hacia la cocina, para lavarlo. El morocho buscó una rápida excusa.

- Sí, pensaban en que en cualquier momento te voy a echar, si seguís llevándote mis botellas.

- Lindo, esa es mi misión, no dejarte tomar.

Hyunjin compraba petacas de alcohol cuando salía del trabajo, pero no se animaba a consumirlas en la calle, por vergüenza de que la gente se diera cuenta que era un alcohólico que no quiere rehabilitarse, pero Félix se las quitaba y las vendía a los que hasta hacía unos días eran compañeros de calle. Mejor iba a ser para Hyunjin que pasara por un bar a tomar algún trago, así no tiraría tanta plata. Unas manos se posaron sobre los hombros de Hyunjin y éste se puso tenso. Un aliento llegó hasta la oreja del morocho.

- Podrías intentar concentrarte en otras cosas más sabrosas que el alcohol.

Félix metió las manos a través del cuello de la remera para tocarle el pecho. Hyunjin lo detuvo agarrándole los brazos y sacándolo. El rubio bufó.