boda

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La boda, el sueño de toda mujer y yo soy una de ellas, aún recorríamos Shanghái, las palabras quedaron grabadas en mi mente de la noche anterior, está mañana dijo que iríamos a GuiYang después de hacer algunos preparativos en el reino Arken, alisté a Agatha con vestidos de seda fina, y su cabello ligeramente recogido, salimos del lugar visitamos algunos lugares como la aldea Liukeng después el poblado de Zhouzhuang,  poblado de Henjing finalmente el pueblo de Xikou.

Claro que de todo de forma ordenada, compramos demasiadas cosas e hicimos comercio en las tiendas chinas, Arturo a pesar de ser alguien despiadado tiene buena relación con los asiáticos, compró tela y venderla también en Luxemburgo a parte de las familias importantes que están ahí en el país.

Una semana después estábamos ya en camino de regreso al palacio aún no borro las imágenes de mi ex y la forma en que lo asesinó, los gritos aún estaban recientemente grabadas en mis recuerdos y en mis tímpanos no quiero imaginar como les fué quiénes acompañaban a Scott parecían ver visto al mismo demonio en persona en especial como sobresalía del cuerpo del extranjero en forma de espiral yendo a una dirección en específico la voz de mi señor me sacó de mis pensamientos.

-maría¿Está todo bien?- su expresión es fría Pero con un toque de suavidad en el tono de voz -sí- respondí enseguida no quería preocuparlo, ¿En verdad amo este hombre? ¿Scort? ¿Por qué estoy tan confusa? Me preguntaba -¿Por qué lo mataste? - la curiosidad me ganó y solo pregunté con miedo a que se enojara e hiciera algo que después me iba a arrepentir.

-¿Por qué la pregunta?- me mira -¿Por qué quieres saber?- frunce su ceño.

-yo. . .  Solo quería saber- dije en bajo me sobresalté del susto cuando golpea la puerta del carruajes mirándome fijamente.

-¿Por qué?- dice en sarcasmo -odio ese tipo de personas que solo intimidan a la mujer, y en especial si eres tú odio que gente como él te toque, detesto cómo te miraba y suplicaba a que no te fueras a pesar de que te engañó - me regaña mantiene su cuerpo tenso -y si no lo recuerdas. . . . Tu eres mía - se pone encima de mí su rodilla entre mis piernas abriéndolas levemente y su mano sobre mi pecho, por suerte Agatha quiso irse con el cochero claro bajo el cuidado de un guardia y el que conduce el carruaje.

-nos pueden escuchar- jadeo en bajo, él se negaba a el no le importa si otros escuchan este tipo de hombre era llegar a su objetivo sin importar las consecuencias bajó la parte superior de mi vestido que seguido arrancó mi camisón pasaba su lengua por mis pezones que al tacto se erectaban poniéndose duros solté un gemido bajo, me tomó del mentón besando mi cuello levantó la falda de mi ropa deslizando mi ropa interior, pasaba sus dedos por mis pliegues humectando la punta del mismo con mi humedad, quería cerrar mis piernas cuando me las abre con la rodilla.

-no di la orden a que cierres tus piernas- su voz, su respiración agitada era un torbellino de placer que rozan en mi oído y mi piel, los vellos de mis brazos se erizaron cuando pasaba una vez más su lengua, jugaba con ellos los chupaba con avidez colocaba mi mano en mis labios tratando de no gemir, es inevitable no hacernos tomó de mis muñecas con su mano que sus venas resaltan demasiado ejerciendo presión en la misma -déjame escuchar tus gemidos, son melodías para mis oídos- susurra.

Tenemos un camino por recorrer se desviste dejando ver su potente erección coloca su glande en mi sexo llenándose de mis jugos femeninos arqueaba la espalda por el dolor que sentía al abrirse y dar cabida a su pene, solté un gemido alto mi cuerpo temblaba cuando terminó de deslizarlo hasta mi útero, agradezco que los cantos del exterior pierden mis sonidos obscenos, los embates son firmes, profundos y pasionales era una bestia salvaje, en la forma en que mueve sus caderas lentas Pero rudas y salvajes.

Sus dedos se clavan en mi cintura y caderas contrayendo mi cuerpo al suyo mis senos quedaron atrapados en su torso formado y joder es demasiado tentador ahogaba mis jadeos y gemidos que los acompañaban en un beso ardiente dejando también su espalda bastante arañada, el olor a sexo se mezclaba con el olor metálico de la sangre que este hombre brotaba con cada herida que dejaba en la piel dejando rastros por cada trazo que dibujaba en la misma.

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