Capítulo 6

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Sinceramente, yo no quería que este día acabara nunca. Después de que Sam y yo nos estuviéramos ensuciando en la hierba durante una hora o más, yo me quedé dormida, la llevé de la mano hacia el puesto de comida más cercano que encontramos. Ella compró un algodón de azúcar gigante y yo solo una soda de naranja. Cuando acabamos, le sugerí que podríamos ir hacia el trampolín, pero ella se negó y comenzó a dar bostezos rápidamente. No eran ni las ocho de la noche cuando ya estábamos debajo de la rueda de la fortuna esperando a Rocío y Osvaldo. El camino regreso a casa fue más lento de lo esperado. Ninguno de los cuatro decía nada, solo escuchábamos con atención la radio. Osvaldo dejó a Rocío en su casa y después los tres nos dirigimos hacia el hogar de Samantha. Al llegar me di cuenta que la señora Rivera aún no estaba ahí. Nos bajamos sin prisa del automóvil. Samantha y yo apoyamos nuestras espaldas contra las puertas del auto, ella cruzando sus brazos por delante de su pecho y yo cerrando con fuerza mis ojos. Osvaldo, en frente de nosotras dos, fue el primero en hablar.

-¿Y qué tal? ¿Se divirtieron?- Preguntó él mientras bostezaba y sacudía la tierra de sus ligeros Vans blancos. Yo solo asentí con la cabeza.

Samantha habló. -No realmente. Podría habérmela pasado mejor acostada en mi cama todo el día.- Dijo ella y Osvaldo bufó. Abrí mis ojos para mirarlos mejor.

-Hermana, no seas amargada.- Osvaldo sonrió y le dio una palmada amistosa en el hombro a Sam.

-Ya lo sé Samantha, ¿Por qué no simplemente admites que te divertiste tanto como nosotros?- Añadí. Sam giró su cabeza en dirección a la mía y abrió bien sus ojos. «Sus hermosos ojos que no pueden verme» Recordé.

-¿Cómo ustedes?- Preguntó divertida y después lanzó una carcajada. Osvaldo la miró y sacudió su cabeza. -Los únicos divertidos ahí fueron este.- Señaló a Valdo. -Y Rocío, en cambio tú anduviste gritando como gallina por todos lados. ¿O tengo que recordarlo?-

-Vale, tu ganas.- Le respondí, vencida.

Ella sonrió burlescamente mientras dirigía su vista hacia otro lado y se alejaba del coche, caminando hacia su casa. Osvaldo la acompañó, por miedo a que se tropezara, pero esta se negó, diciendo que conocía perfectamente el camino para llegar hasta su cuarto. Se despidió de ella y cerró la puerta detrás de sí.

-¡Hey Osvaldo!- Le grité desde la banqueta. Él hizo un gesto con su cabeza como de "¿Qué sucede?". Le respondí. -¡Tengo que irme! ¡Ya es tarde!- Me dirigí hacia mi coche y me subí. Bajé la ventana del copiloto. -¡Nos vemos el lunes! Creo. ¡Adiós!-

Encendí el carro y la calefacción después de haberle subido a las ventanas. Hacía un poco de frío, pero ya que no llevaba una ropa muy abrigadora, querría evitar a toda costa una gripa o alguna enfermedad en la garganta. Conduje hasta mi casa. Al llegar, ninguna luz estaba encendida. Me pareció tan raro, ya que mis padres deberían de haber estado en la casa desde hace un par de horas. Me estacioné en la cochera, me bajé del carro y después abrí silenciosamente la puerta de la entrada. Nada. Todo estaba oscuro y bañado en silencio. Caminé escaleras arriba, hacia el cuarto de mis padres. No pensé en tocar, ya que probablemente no estarían. Pero abrí la puerta y vi un bulto tendido en la cama. Me asusté tanto que lancé un gritito y encendí las luces rápidamente. Mamá se levantó prácticamente volando y después me miró, confundida. Yo le devolví la misma mirada.

-¿Mamá? ¿Qué hacías dormida a las nueve de la noche?- Pregunté levantando mis cejas hacia ella. Ella pasó las manos por su cabello despeinado y me volvió a mirar.

-¿Enserio son las nueve de la noche? Podría haber jurado que era más tarde.- Su cabeza giró hacia el reloj a un lado de su cama. -Que extraño.-

-Uh. ¿Y papá?- Le pregunté, cambiando de tema. Ella frunció el ceño.

Corazón ciego | rivari G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora