Capítulo 8

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Tres horas más tarde, me encontraba sentada sobre la cama fosforescente de Millaray. Había decidido que, como la mitad de mi guardarropa provenía de todas las tiendas de segunda mano de la ciudad y la otra mitad provenía de mi madre, no tendría absolutamente nada apropiado para vestir en la fiesta a la cual iría con Samantha. Como mi ego era tan grandísimo, no quería verme fuera de lugar. Quería sentirme parte de los demás y no provocar las burlas de todos, como era de costumbre. Pero más quenada quería verme bonita para Samantha. Aunque ella no me pudiera ver de todos modos. Y gracias a que mi mejor amiga era una gurú de la moda, aunque ella fuera parte del lado oscuro, ir a su casa sería el lugar perfecto para ser asesorada por alguien con experiencia en estos casos.

-¿Estás segura de que no lo decía bromeando?- Preguntó ella en tono serio mientras tendía los millones de cosméticos sobre su alfombra roja. Comenzó a tomar unos pocos y después volvió a tirarlos con el montón, indecisa.

-Estoy más que segura. El día de hoy amaneció de un humor exageradamente bueno.- «Gracias a mí, claro».

-Y de perdido, ¿Ella se ofreció a llevarte?-

-Sabes bien que ella no puede manejar.- Respondí en defensa. Aunque realmente no estaba segura, ella podía hacer tantas cosas por sí sola, que no me sorprendería si la viera por la calle manejando. -Yo iré a su casa y de ahí nos iremos juntas.-

-¡No es justo! Te invita a una cita y ¿Tú eres quién tiene que pasar por ella? Eso es tan extraño, ¿Sabes?- Dijo mientras volvía a tomar unos pocos cosméticos, separándolos de los demás y colocándolos sobre la cama. Los demás, que se encontraban regados por la alfombra, los tomó y los empezó a echar de nuevo a un cajón de su cómoda.

-No seas así y mejor ayúdame a arreglarme, ¿Vale?-

-Vale, vale. Pero oye, recuerda por qué estás siendo tan amable con ella, ¿Sí? Entre más rápido termines con el trabajo, mejor.-

Recordé lo que ella había dicho hace un par de días atrás, de ser amable con Samantha para ayudarla con su discapacidad y después alejarse cuanto antes con la paga. Antes había parecido una buena idea, pero ahora... No estaba tan segura.

-No lo sé.- Confesé. Extendí mis piernas a lo largo de la cama y comencé a frotarlas lentamente. -Ella ha cambiado mucho.-

-Significa que estás haciendo bien tu trabajo.- Contestó Millaray alegre y sarcástica, incorporándose del suelo y sentándose a mi lado.

La mire con una expresión de culpa y amor grabada en los ojos. Ella captó. -Oh... ¡Oh, Santo cielo! ¡¿Te gusta Samantha?!- Chilló mientras saltaba de la cama y se colocaba frente a mi. -Pero no un "simplemente me gusta". ¡De verdad te gusta, y mucho!- Sentí mi cara calentarse con cada palabra que ella decía. Ahora no podrá sacármela de encima nunca.

-No Milla, yo...-

-¡No intentes mentirme, Abril Garza! Te conozco perfectamente bien. ¡No puedes mentirme!- Gritó emocionada. Hundí mi cara en una almohada.

-Enserio, todo esto es una confusión. Yo solo estaba...-

-Cállate. ¡Esto es grandioso!- Ella me interrumpió mientras se lanzaba hacia mi con un abrazo de oso y me felicitaba. Después se calmó y se alejó un poco, mirándome petrificada. -Aguarda un momento.- Ella no dijo nada por un par de segundos y finalmente, habló. -¿Qué pasó con Juan? Yo pensé que aún te gustaba.- ¿Por qué me tenía que conocer tan bien? Duh, amigas.

-Uh, Yo... Bueno, digamos que Juan y yo, eh... ¿Nos besamos?- Millaray volvió a chillar, más emocionada aún.

.¡No puedo creerlo! ¿Besaste a Juan? ¡Él está tan bueno! ¡Cómo te envidio!-

Corazón ciego | rivari G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora