Capítulo 16

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Las cabañas era más que impresionantes. Tres casitas elaboradas con madera muy clara permanecían flotando sobre las orillas del gran lago Noruega, que se extendía en todo su esplendor hacia nosotros. Los cuartos estaban conectados por el medio, una plataforma plana que tenía un techo y sin paredes, solo cortinas. Enredaderas de hiedra sobresalían del techo, al igual que de estas, pequeñas flores silvestres de colores pálidos permanecían con los capullos cerrados. También había un pequeño puerto con dos canoas, sillones de madera entretejida sobre el suelo flotante y una alfombra persa color marrón que no tenía fin. Si así era el exterior, no podía esperar a ver lo que me encontraría dentro.

-Este lugar es maravilloso.- Dijo Aroia mientras tomaba de la mano a Samantha, guiándola a través de las cabañas. La furia se apoderó de mí, invadida por los celos, pero supongo que me lo merecía por actuar tan dramáticamente en el camino. -No puedo esperar a ver nuestra cabaña.- Se dirigió a Samantha. Esta solo asintió, sin añadir algo más.

Aldo no se quedó callado. -Al igual que yo no espero para ver la nuestra.- Traté de ignorar los sentimientos encontrados en mi interior y seguí observando el paisaje.

-Veo que han llegado antes.- Dijo Rosario, llegando mientras bajaba de su camioneta. -Quería enseñarles este lugar por mi misma, pero veo que lo han explorado ya.-

-En realidad, acabamos de llegar mamá.- Aldo habló mientras se acercaba a ella y colocaba una mano sobre su hombro.

-¿Podemos elegir ya nuestras cabañas?- Aroia chilló excitada. Yo solo rodé los ojos y deseé no estar en el mismo lugar que ella.

-Por supuesto. Solo quiero decirles que nos encontraremos en el vestíbulo después de que terminen de desempacar. Iremos a la ciudad por suministros.-

-¿Por qué? Acabamos de llegar de ahí.- Replicó Aroia mientras quitaba sus lentes oscuros y abrazaba a Samantha. Después me miró, sonriendo maliciosamente. -Que vaya la gata.-

-¡Aroia!- Samantha, Aldo y Rosarii dijeron al unisono. Esta última menos enojada que los primeros dos. Sentía que si alguien no me sujetaba de los hombros ya mismo, saltaría y la mataría de un golpe. Pero yo no caería tan bajo, aquí la única gata, era ella. Samantha bufó y se separó de ella. -Yo iré con Abril. Recuerda, ese es su nombre. Abril, no gata.- Sonreí para mí al notar que la odiosa sonrisa de Aroia se borraba rápidamente de su cara. Después caí en la cuenta de las palabras de Samantha.

-Eh, no es necesario, yo...-

-Bien, si ustedes dos van, entonces también iré yo.- Añadió Aldo, retando a su hermana. Perfecto, lo que me faltaba.

-No se diga más. Acomódense en las cabañas y vayamos a la ciudad.- Rosario caminó entre nosotros, dirigiéndose hacia una de las cabañas, sin sentir la tensión cargando el aire.

[...]

-¡Oh, santo cielo!- Aroia chilló de felicidad frente a mí, mientras colocaba una de sus manos bronceadas sobre su frente del mismo tono. -¿Acaso estoy delirando? ¡No puedo creer que estos botines tengan el veinte por ciento de descuento!- Me limité a rodar los ojos, tragándome algunas palabras ofensivas en su contra. -¡Tienen que ser mías!- Las tomó con delicadeza, como si se tratara de un bebe o algo parecido. Bufé exasperada por sus actos estúpidos.

-Aroia.- Comencé a hablar, intentando mantener mi paciencia a tope. -Te recuerdo que estamos aquí por suministros para los próximos días. No para comprar zapatillas.- Miré con desprecio las horribles zapatillas oscuras que sostenía en las manos.

Ella me miró como si me hubieran brotado antenas en la cabeza. Frotó con pereza su rostro y sonrió burlescamente, como si hubiera dicho algo erróneo. -No son zapatillas, querida. Se llaman botines, ¿Vale? Se nota que no sabes absolutamente nada sobre moda.- Me miró de pies a cabeza, deteniéndose en mis viejos y sucios converse negros que tenía desde los catorce años. De alguna manera, me sentí expuesta bajo su mirada. Ella continuó hablando. -De cualquier forma, ¿Por qué estás tú conmigo? ¿Quieres que te recomiendo algo? Deberías de ir y buscar a mi novia.- Enfatizando el "mi" -Y al tonto de Aldo. Sabes, ustedes dos hacen una pareja perfecta.-

Corazón ciego | rivari G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora