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Pasaron cinco días en los que no hacia nada más que dormir, comer y hablar con el alfa; también darnos cariño. Siempre había llevado una vida muy vaga en el Oeste pero me gustaba la calma y la sensación de tranquilidad que había en el sitio.

El contrario solía leerme uno de sus tantos libros durante las tardes, disfrutaba de ello y yo también, de esa forma sí me parecía interesante la lectura, siempre y cuando pudiera escuchar su voz.

En esos días pasados intenté seducir al pelinegro pero este siempre se alejaba de mí y alegaba que tenía una que otra cosa que hacer, de sobra sabía que solo eran excusas, y aunque me molestara en el proceso no podía evitar el reírme por su actitud.

Me parecía gracioso la forma en la que siempre huía de mí, me gustaba la sensación de intimidación que tenía sobre él. De cierta manera llegaba a parecerme tierno y adorable y era entonces que despertaba de mi burbuja y me reprochaba a mi mismo que dejara de dar tanta vergüenza ajena.

—Quiero salir— interrumpí su lectura, este se detuvo y me observó con suma atención con el entrecejo hundido, la convivencia de ambos sirvió para que lo fuera conociendo y es por ello que sabía de sobra que le molestaba que le interrumpiera mientras leía.

Poco me importó su irritación e insistí en lo mismo, al ver que no tenía alguna intención de retroceder accedió ante mi pedido.

—Me parece que ya es un poco tarde— comentó observando hacia la ventana admirando el cielo anaranjado. Pronto anochecería.

—Por eso mismo quiero que salgamos a pasear un rato de noche, mañana podemos hacerlo al medio día, pero justo ahora quiero salir.

—Como tú quieras— se puso de pie y se fue rumbo a la biblioteca, lo seguí hasta dicho lugar para verlo colocar el libro en su sitio. Se giró sobre su propio eje y trabó la puerta tras salir tomándome por la cintura.

En un inicio, cuando recién nos conocíamos no me dejaba salir de la cabaña diciendo que era peligroso y que primero debía recuperarme, aún así siempre sospeché de ello.

Y por fin lo había admitido. Después de tanta insistencia por mi parte mientras dejábamos la cabaña atrás.

—Tienes toda la razón, no quería dejarte salir, me gusta tenerte… solo para mí— apretó mi mano con más fuerza mientras caminábamos por el bosque con suma calma —. Me daba miedo que te fueras y me dejaras, que cambiaras de opinión.

Solté un suspiro lleno de frustración porque había mucha veracidad en lo dicho, yo enserio quería irme, iba a escaparme luego de utilizarlo como mejor me convenía. Sin embargo, todos mis planes se fueron por la borda al descubrir que éramos destinados.

Sabía que después de haberlo conocido no podría solo irme y dejarlo, mis planes ahora eran otros.

Ya no quería huir solo, quería irme con él.

—De hecho sí quería escapar pero en aquel entonces no soportaba el encierro, estaba acostumbrado a mantenerme en movimiento y siempre hacer algo, en mi antigua manada causaba problemas todo el tiempo….— rodé los ojos recordando los sermones que solían darme, justo cuando iba a continuar con mi relato me detuve al ver la expresión del contrario.

—Me consta, desde que te conocí me has dado problemas— suspiró.

Me mordí el labio inferior con nervios pensando en el significado detrás de esas palabras, al verme tan pensativo agregó:

—No te lo tomes a mal, no lo dije con esa intención. De hecho podría decir que le haz agregado más drama a mi vida— se detuvo al momento de estar en un gran jardín lleno de flores las cuales no supe distinguir muy bien.

ENAMORADO DEL ALFA KAI  [ Libro 1 ] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora