18

149 18 4
                                    

Otra semana pasó y fue difícil convencer al alfa de dormir conmigo pero al final siempre conseguía que me hiciera caso. No quería volver a verlo en un estado tan deplorable.

No podría soportarlo.

—Esta cicatrizando bien— mencionó mientras pasaba las yemas de sus dedos por mi vientre, estuvo haciéndole seguimiento a mi herida en todo este tiempo.

—Sí, me eh dado cuenta— comenté sin soltar el libro que tenía en mis manos, últimamente comenzaba a gustarme leer, no eran nada aburridos como pensé. Quizás se debía al alfa que me había ayudado a entrar al mundo de la lectura haciendo que me diera cuenta de que no era tan terrible como imaginé.

Al rato el alfa se fue a la cocina y yo a la habitación, una vez adentro revisé mi mochila y sostuve un papel, en él tenía las fechas aproximadas de mi celo.

Tragué grueso pensando en eso, el pelinegro no quería acostarse conmigo, no quería pasar más allá de unas caricias y cuando llegara mi ciclo de calor unos cuantos besos y toques no iban a ser suficientes.

Entonces a mi mente llegaron todas esas conversaciones que escuché a escondidas sin querer.

Una vez mi madre había organizado una pequeña fiesta de té con sus amigas más cercanas para conversar y pasar el rato en el patio, ese día salí a pasear por el aburrimiento que tenía, ni siquiera podía estar con Lucinda porque estaba ocupada entrenando, creo haber mencionado antes que ella es la heredera de la segunda familia más importante del Oeste, ya que la primera éramos nosotros, los Zhenyeran.

El punto es que terminé escondido detrás de los arbustos y los árboles escuchando su conversación, al parecer una de sus amigas tenía problemas con su pareja, algo así como que su alfa no la tocaba.

Me sentí avergonzado de oír todas esas cosas pero ya no tiene caso arrepentirse.

En fin, la cuestión es que una de ellas mencionó que un alfa no podía resistirse ni rechazar a un omega en celo, en aquel entonces recordé lo sucedido con Kim e inmediatamente le di la razón a aquella mujer.

Si aquello era completamente cierto eso quería decir que no importaba cuanto tratase de rechazarme Kai, él iba a ceder en el momento en el que mi ciclo de calor llegara.

Me sentí emocionado y algo apenado, sería la primera vez que tuviera relaciones sexuales, desde aquella ocasión donde nos dimos placer mutuamente, no había pasado nada más.

Me recosté sobre la cama y hundí mi cara sobre las almohadas sintiéndome acalorado en el instante.

—Ya quiero que llegue mi celo— susurré con ilusión.

Dos días después me encontraba en el sofá con el nuevo tablero de ajedrez que Eris había traído, no vi al castaño en ningún momento porque Kai no lo permitió, me daba rabia el recordarlo porque me había encerrado en la habitación y él había recibido al soldado.

Me dije a mi mismo que debía olvidarlo antes de  enojarme con eso, era mejor no pensar demasiado en aquello sino quería agarrar rabia otra vez por su actitud.

La puerta fue abierta de forma brusca haciendo que brincara en mi lugar pero me tranquilicé al ver que era el alfa, iba a reclamarle por haber entrado así pero guardé silencio al ver aquella expresión en su cara.

Estaba radiante, contento y me quedé un rato viéndolo hasta que llegó hasta mi sitio y me levantó entre sus brazos para darme vueltas de un lado a otro.

Por lo repentino que fue me aferré a sus hombros con miedo a caerme pero luego me relajé porque eso era imposible, el pelinegro era fuerte y había mencionado en una ocasión que era tan ligero como una pluma.

ENAMORADO DEL ALFA KAI  [ Libro 1 ] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora