En poco tiempo ingresamos a la mansión más grande del Norte, la casa de los Nortez. No me fijé demasiado en el lugar, pues mi atención estaba solo en Kai, el cual en cuanto fue dejado en la cama se desmayó de la fiebre. Los soldados se fueron y le presté atención al enorme cuarto, era mucho más grande que el mío, las feromonas a Laurel estaban impregnadas en cada rincón.
Agradecí que no hubiera otro omega aparte de mí en aquel sitio.
El médico del lugar hizo presencia a los segundos acompañado de una mujer y yo me posicioné al lado del pelinegro, pero en cuanto lo hice me pidieron que saliera de la habitación. Me negué mientras apretaba su mano entre la mía y me negaba a soltarlo.
Mencionaron que era lo mejor y que en cuanto terminaran de curarle los pies podría entrar, no muy convencido abandoné la habitación pero me quedé detrás de la puerta con la espalda apoyada en la pared.
Mi lobo no dejaba de lloriquear y yo también quería hacer lo mismo, los sirvientes del lugar solo me quedaban mirando con admiración, otros con sorpresa y algunos muy curiosos.
No les di mucha importancia, estando afuera mientras golpeaba el suelo con la suela de mis zapatos con desespero fui capaz de escuchar las quejas que soltaba el alfa. Quise irrumpir en el sitio pero opté por quedarme tranquilo y esperar.
Mi lobo no dejó de rasguñar en mi interior exigiéndome el estar junto a él.
Me pareció que el tiempo transcurría de manera lenta y me sentí morir debido al desespero por saber algo del contrario. En cuanto menos me lo esperé la puerta fue abierta, el hombre ya canoso me dijo que podía pasar, detrás de él salió la mujer, los miré con atención y deduje que eran familia debido al parecido y a la familiaridad con la que se dirigían el uno del otro.
Apenas ambos se fueron entré a la habitación, me subí sobre la inmensa cama y toqué su frente, tenía fiebre y estaba todo sudado, le hice varios llamados pero no contestó a ninguno y solo se quedó ahí tirado con los ojos cerrados mientras respiraba de forma lenta y calmada.
De vez en cuando fruncía el ceño y apretaba los labios, pero nada más. En ese momento no tuve tiempo de sentir miedo o nervios hacia nuestra situación, lo único que me importaba era que el alfa abriese los ojos y me hablara como siempre solía hacerlo.
Eso aliviaría la angustia que comenzaba a carcomerme.
Me fijé en sus pies y estos estaban vendados hasta los tobillos, su rostro lucía relajado e igual de hermoso que de costumbre, pero esta vez con el detalle de los golpes que yacían sobre su cara.
Me quedé ahí a su lado hasta que después de un rato aparecieron dos mujeres con nuestras cosas, dijeron que iban a limpiar al señor Kai pero las detuve. Les dije que yo me haría cargo de eso.
Ni de chiste iba a permitir que lo tocasen.
Ellas no muy convencidas asintieron y se fueron del lugar, era obvio que no podían insistir ni podían pasar por encima de mí.
De mi mochila saqué el pañuelo que me había regalado, con este mismo comencé a limpiar el sudor de su frente y su rostro. Me pareció que se veía algo agitado.
Unos toques se oyeron del otro lado, me bajé de la cama y con el pañuelo aún en la mano me dirigí a ver de quien se trataba. Al abrir me topé con una mujer hermosa y bien vestida, su cabellera negra llamó mi atención, sus ojos eran color marrón claro y la tez de su piel era demasiada clara. Me concentré en otros rasgos de su cara que me resultaron semejantes a los del alfa.
Voltee hacia atrás y luego hacia el frente, la mujer tenía cierto parecido con Kai, al ver mi rostro un poco confundido me sonrió de manera cálida y amable.
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ENAMORADO DEL ALFA KAI [ Libro 1 ] ©
RomanceLiam es un omega que siente desprecio por todos los alfas que lo rodean, debido a que a lo largo de su vida presenció lo peor de ellos al crecer en un lugar donde su raza era considerada la más débil. Siendo sometidos de ese modo a todo tipo de malt...