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Estuve unos minutos en silencio pensando en todo lo que me había dicho, al final me relajé y me acerqué a su cuerpo para envolverlo con mis brazos y pegar mi cabeza en su duro pecho.

—No quiero que pienses que quiero encerrarte por egoísmo, no es lo mismo que cuando estábamos en la cabaña, omega— soltó un bufido.

No volví a decir nada hasta que se oyeron unos toques en la puerta, se separó de mí y me soltó la mano para dirigirse hacia el lugar, al abrir había dos sirvientas con las bandejas de nuestra comida, las dejó pasar hasta que dejaron todo en una pequeña mesa y salieron, no sin antes hacer una reverencia para demostrar respeto.

Kai hizo un asentimiento con su cabeza para indicarme que me acercara y así lo hice para sentarme en una silla a su lado, observé todo y mi estómago sonó.

Agarré los cubiertos para empezar a cortar la carne de venado y disponerme a comer.

Ninguno de los dos volvió a decir algo mientras degustábamos el almuerzo el cual consistió en: carne, arroz y ensalada.

Pasó alrededor de media hora hasta que terminamos de comer y una sirvienta hizo presencia para llevarse todo. Eris ingresó justo cuando estaba a punto hablar con el alfa.

—Príncipe— me llamó.

Me giré sobre mi propio eje para observar lo que llevaba en las manos, era un pañuelo y dentro del mismo había algo.

Lo tomé con duda entre mis manos y al ver mejor abrí mis ojos a más no poder, pues se trataba de la daga que me había regalado mi hermano.

Cuando aquel alfa desconocido me atacó la había buscado con desesperación entre mi mochila, recordé la decepción que sentí cuando no la encontré.

Alcé mi vista para ver al castaño.

—Ese día la tomé y se la di a Eris para que la afilara, otro error mío. Sí la hubiera dejado allí te habrías podido defender mejor y no tendrías tantas heridas— habló Kai quien estaba de brazos cruzados.

El castaño se retiró del lugar para dejarnos solos nuevamente.

—Creí que la había perdido— comenté sonriendo a medias mientras acariciaba el objeto y recordaba aquel día que estaba encerrado en el calabozo.

En ese entonces estaba tan asustado pero muy decidido a irme sin importar las consecuencias.

Shión me había dicho que esperaba que valiera la pena todo lo que habían hecho él y los demás con tal de ayudarme. Justo ahora en la actualidad me sentí fatal porque me había llevado varias cosas de por medio.

Sabía que no sería sencillo y que habría muerte, pero no esperaba que fuera a sentirme tan mal.

Tan miserable.

Salí de mis pensamientos al sentir su mano grande rozar mi mejilla derecha, alcé la vista encontrándome con sus ojos que me veían con adoración.

Entreabrí los labios y me le quedé viendo hasta que solté un suspiro cansino.

—Haré lo que dices y me quedaré aquí sin salir— le informé rendido.

La verdad es que no quería ceder ante eso, pero el pelinegro había sido tan sincero conmigo y tan honesto que no pude decirle que no.

No después de verlo tan desesperado y tan preocupado por mí.

Sabía que lo único que deseaba era protegerme y mantenerme a su lado, por lo menos esta vez no lo estaba haciendo a base de mentiras y agradecía aquello.

ENAMORADO DEL ALFA KAI  [ Libro 1 ] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora