Capítulo 3: Andando se comienza

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Me fascinó ese primer contacto, no les voy a mentir, pareciera que hay cosas muy claras, incluso uno diría que todo está destinado a ser un rotundo fracaso, con un par tan dispar ¿Quién no? Pero, aun si no se lo imaginan, tanto nuestro joven rubio, como la dragona que comenzó a portar, tienen algo en común.

—¿Dónde está ella ahora? —preguntó el lapion.

—No se...—respondió Bastian, que se hallaba visiblemente ofuscado por toda la información.

—Y eso que ya está todo listo para comenzar tu viaje Bastian ¿Estás seguro de esto? —le preguntó un Pax con un tono un tanto preocupado.

—¿Acaso importa? —le contestó, sin si quisiera verlo, estaba muy frustrado tras reflexionar todo lo sucedido.

—Pues sí, bueno, al menos a mí me importa, eres mi amigo por algo, y sé que te encuentras mal ya que no...

Pax fue abruptamente interrumpido

—¿Qué sabrás tu? Pax, está bien que intentes alentarme y decirme que, esta porquería, algo bueno va a tener, pero, adivina que, no se lo veo —le dijo Bastian, con un tono bastante despectivo.

—Ah... Bastian —Pax estaba un tanto sorprendido, observó el cómo se levantaba la temperatura alrededor de Bastian y solo pudo aclararse la garganta para seguir con lo que quería decir —. Quizá ella no sea tan mala como crees.

—¿Qué no? Es una mujer resentida que por poco y no nos tiene secuestrados, y a mí, amenazado con muerte si es que no vamos para el mismo lado, no si ella es tan buena ¿Cómo no me di cuenta? —esto último lo dijo con obvio sarcasmo y una falsa sonrisa.

—Bueno, por algo es por lo que te dejará ver a tu madre antes de embarcarnos en tal viaje —le respondió cerrando sus ojos.

—Vete a la mierda, tú... ¡Conejo! —levantó sus manos y luego las azotó contra sus piernas, indignado, procedió recostarse en la cama donde estaba sentado.

El lapion solo suspiró, no podía hacer más que comprender la situación en la que se encontraba su amigo, salió entonces de la habitación en la que estaban, que tenía poco más que dos camas, un escritorio y una mesa de luz, comenzó a caminar por las instalaciones hasta llegar a lo que parecía ser una biblioteca, era inmensa, el piso de marfil tenía cuatro escalones hacia abajo para entrar y dar más espacio entre el suelo y el techo, tanto como para albergar lo que parecían ser cuatro pisos llenos de muebles y estanterías, si bien algunos se notaba que pertenecían a la misma gama, luego de dos o tres, estos cambiaban su forma y estilo, eran representaciones de distintas culturas, varias de ellas totalmente desconocidas para Pax, y poseían no solo libros, había pergaminos, estatuillas, hojas y carpetas separadas, papiros que, el lapion había notado, eran de arroz, y por alguna razón despedían un hedor dulce, hasta encantador, que lo mantenía concentrado en estos, uno diría que estaba estupidizado.

—No creo que debas quedarte así por un papiro —dijo una voz femenina y conocida para el lapion.

—¿Ah? —él se dio vuelta y allí estaba, nuestra dragona favorita —Tiamat ¿Qué haces aquí? —le preguntó mientras se acomodaba la ropa y dio un profundo respiro.

—Investigo, muchos datos guardados en estas bibliotecas ya me los sé, pero revisitarla es algo bueno para darme ciertas actualizaciones —respondió mientras ojeaba un libro que estaba en un idioma incomprensible para Pax.

—A-así que no es la primera vez.

—Claro que no, conozco desde hace mucho a Bondriados, al igual que conocí a varios de sus portadores, esta no es más que solo una versión de tantas bibliotecas que han tenido él y su portador en turno—con suavidad cerro el libro para no maltratarlo y comenzó a caminar.

Perdón espiritualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora