17.

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— Me siento incómodo presentándome aquí sin avisar —dijo Taehyung frente a la puerta de los Min.

— Llamé a Rose mientras te cambiabas de ropa, y se emocionó muchísimo cuando le dije que vendrías —admitió Jimin.

— No he debido dejar que me convencieras —masculló con un hilo de voz.

Estaba muy nervioso. Nunca había tenido problemas para conocer gente, de hecho, trataba con gente desconocida continuamente, por la casa de huéspedes. Pero aquella familia la hacía sentirse extraño, había algo diferente en ellos que no conseguía explicar.

— ¿Ya te he dicho lo mucho que significa para mí que estés aquí? —preguntó Jimin con gesto inocente.

— Como un millón de veces en los últimos quince minutos.

— ¡Vamos, Taehyung! Tú eres lo más importante para mí. —Se colocó frente a él y cogió sus manos—. Quiero que te conozcan, y seguro que lo pasas bien, son muy simpáticos.

— Recuérdame por qué hago esto —dijo resignado.

— Porque me adoras y harías cualquier cosa por mí —contestó Jimin con voz mimosa—. Y porque te mueres por estar con Jungkook.

Taehyung soltó un bufido y le dedicó una mirada de reproche a su amigo.

La puerta se abrió y Rose apareció al otro lado, sonriente.

— Hola, cariño, me alegro de verte —saludó, dando un cálido abrazo a Jimin—. Y tú debes de ser Taehyung —continuó—. Te recuerdo, estuviste en la inauguración de la librería. —el doncel asintió esbozando una tímida sonrisa—. ¡Bienvenido! —Lo estrechó con cariño, presionando ligeramente su mejilla contra la de él—. Vamos, entren. Esta noche cenaremos en el jardín.

Namjoon y Yoongi conversaban en la cocina frente a una botella de vino tinto y ambos los saludaron con una gran sonrisa.

— ¿Por qué no van con los chicos? —sugirió Rose—. Están afuera, preparando la mesa. Estaré con ustedes en cuanto termine este puré de guisantes —dijo mientras trataba de remover, sin mucho éxito, una espesa pasta de color verde.












Jungkook llevaba toda la tarde encerrado en su habitación, ojeando unos documentos que su abogado había enviado desde Londres. Cuando terminó de firmar el último manuscrito, intentó leer un rato. Al cabo de unos minutos, tiró el libro al suelo, incapaz de concentrarse. Recorrió con los ojos la estancia, sin saber qué hacer. Algo en la cama llamó su atención, una pequeña caja de lápices y un bloc de dibujo asomaban bajo uno de los almohadones. Aline debía de haberlos olvidado allí.

Miró fijamente la caja durante un rato. Llevaba décadas sin dibujar y ni siquiera recordaba por qué había dejado de hacerlo. Tenía aquella afición desde niño y, con el tiempo, la había convertido en una forma de expresar sus emociones.
Una realidad se abrió paso en su cerebro: dejó de pintar cuando dejó de sentir.

Cogió un lápiz y el bloc. Se recostó en el sofá y con pulso firme comenzó a trazar líneas con suavidad. Un rostro ovalado tomó forma en el lienzo. Al cabo de una hora, y tras retocar un par de sombras, el dibujo estaba terminado.

Arrancó con cuidado la hoja y la acercó a la lámpara que tenía sobre la mesa.

Taehyung lo miraba desde el papel con ojos brillantes y sus labios carnosos ligeramente entreabiertos. Parecía tan real como una fotografía en blanco y negro.

Jiwon entró en la habitación sin llamar a la puerta.

— ¿No bajas?

— Dentro de un rato —contestó Jungkook.

BLOOD PACT¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora