XV

101 17 21
                                    

Capítulo 15: Los sentimientos del campeón

Meliodas estaba en su habitación, solo, con la espada recargada en la pared a su lado y las mejillas coloradas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Meliodas estaba en su habitación, solo, con la espada recargada en la pared a su lado y las mejillas coloradas. No podía dormir, sencillamente no lograba conciliar el sueño y no por culpa de sus inseguridades recurrentes o sus miedos, si no por algo más, su mente se veía ocupada por la cara de la princesa del reino y su belleza.

Cuando regresaron a la posada ninguno habló, aunque está vez no se sintió tenso ni incómodo, Elizabeth respetó su espacio dándole tiempo para que se repusiera por completo, no le habló, pero si le dedicó miradas calidad de apoyo y una que otra sonrisa pequeña que parecía más una mueca. Para el caballero eso se sintió como de ensueño, un brillo de esperanza de que su relación con la princesa cambiara se asomó por el horizonte...aunque todo dependía de sus cambios de humor.

No era tonto ni insensible, estaba consciente de que la princesa estaba bajo presión y, así como él, estaba seguro de que ella era insegura y su mente le jugaba en contra. De ahí surgían aquellos cambios de humor tan confusos, lo único que al blondo le molestaba era que ella descargara aquella ira en él. Sabía que algún día podría llegar a cansarse de aquella actitud pero mientras tanto sería tan paciente como pudiera.

Además, si lo sucedido aquel día se seguía repitiendo entonces por fin podrían decirme adios a su incómoda dinámica de silencio y repulsion, al fin podrían llevar todo en paz y confiar el uno en el otro. Meliodas la adoraba, le era completamente fiel porque desde que se convirtió en su escolta pudo ver a través de ella, se dio cuenta de lo tristes que eran sus ojos, de lo forzado de su postura, de como sentía escalofríos cada que el rey la mandaba llamar y lo cómoda y feliz que estaba cuando investigaba tecnología ancestral. Él había tenido pequeños vistazos de la verdadera princesa Elizabeth y eso había sido razón suficiente para declararle su lealtad.

Además, sus ojos opacos le provocaban curiosidad. ¿Cómo sería ver aquellos azules brillando todo el tiempo?, ¿Cómo sería ver aquellos azules brillando...por él?

El rubor en su rostro lo hizo reaccionar. ¿En qué carajos estaba pensando? ¡No era propio de un caballero! Él tan solo era su servidor, debía velar por su seguridad y en vez de preocuparse por los peligros estaba pensando en sus ojos, en su cabello, en lo suave de su piel contra sus labios...

Eso estaba mal, muy mal.

Gruñó en bajo y cubrió sus ojos con su propio brazo, deseaba despejarse de cualquier manera, olvidar lo que estaba pensando. Pero el silencio y la soledad en la que estaba sumido no eran de mucha ayuda. Totalmente fastidiado de su propia mente, el escolta se levantó de la cama sin importar que el sol estaba por salir en unas cuantas horas, tomó la espada sagrada entre sus manos y salió de su habitación. No iría muy lejos porque debía de seguir cuidando a la princesa, pero lo que necesitaba para olvidarse un poco de todo el entrenar.

Sin fijarse en la mirada que el dueño de la posada le dedicó, Meliodas salió del lugar, fue por los distintos caminos hasta que llegó a una zona despejada desde donde aún podía ver la posada y sacó la espada de su funda.

The princess with sacred power Donde viven las historias. Descúbrelo ahora