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Capítulo 24: El castigo del rey

—Tranquila, me quedaré a tu lado—la princesa soltó su cuarto suspiro en todo el rato y asintió con su cabeza

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—Tranquila, me quedaré a tu lado—la princesa soltó su cuarto suspiro en todo el rato y asintió con su cabeza. Ya habían llegado a la ciudadela, obviamente el pueblo los había recibido con saludos y sonrisas, aunque Elizabeth sabía que todo eso era en su mayoría para Meliodas, sin embargo ya no le afectaba, después de tantos días hablando entre ellos ya conocía los verdaderos sentimientos del blondo y verlo entrar a la ciudadela con el rostro estoico la inundó de unas ganas de abrazarlo.

Sabía lo difícil que era para él mantener esa máscara, más después de haber pasado días siendo él mismo.

Cuando pasaron por el puente de la entrada del castillo fueron directo a las caballerizas para que atendieran a sus caballos, se bajaron y antes de poder abandonar el lugar, Meliodas la detuvo, tomándola de la mano.

—Ya no pienses más en el castigo—se lo decía tratando calmarla, intentando que ella cambiará aquel semblante vacío por uno más alegre, pero Elizabeth asintió, aún perdida en su mente y volvió a suspirar—Cualquier cosa cuentas conmigo—

—Gracias por tu apoyo Mel, en serio es reconfortante—le sonrió, pero fue una sonrisa pequeña que delataba su preocupación. El blondo sabía que no podía hacer más, aunque deseara abrazar a su amiga, estando dentro de las murallas del palacio cualquier lugar era estar siendo vigilado. No podía hacer más que tomar su mano y hablarle.

—¿Segura que no quieres librarte de la culpa?—la princesa le frunció el ceño y Meliodas no pudo evitar la pequeña risa que salió de sus labios—Me queda claro que no—

—Es momento de ir, seguro nos está esperando—

No sé equivocaron, una vez se introdujeron dentro del castillo toda la atmósfera entre ambos cambio de repente. Meliodas volvio a ser aquel caballero frío y estoico que no demostraba ninguna emoción, siempre detrás de ella, con el andar liviano, pero firme. Por su parte la princesa puso la mejor cara de seguridad que pudo, aunque por dentro en verdad estaba muerta de miedo.

Las sombras del palacio parecían tragar cada parte de su alma, guiandola hacia donde sabía que las cosas se pondrían bastante difíciles. Toda la servidumbre parecía que estaba enterada del incidente pues a su paso escuchaba los murmullos de como Sir Meliodas había sido tan valiente por haberla rescatado de varios miembros del clan demonio, no dudaba que exageraban la historia para hacer ver a Meliodas casi como un dios y, ahora que lo entendía, sintió mucha pena.

No podía imaginarse la carga que estaba experimentando el blondo en esos momentos, sintiéndose juzgado por no haber podido evitar que la princesa saliera lastimada, porque mientras las mucamas le estaban agradeciendo, los caballeros parecían...decepcionados.

Quiso abrazarlo en ese momento, lanzarse a sus brazos y susurrarle palabras hermosas de consuelo, pero sabía que debía de guardarse eso para después. Le esperaba una tensa plática con su padre y, si para después ambos necesitaban esas palabras, entonces sería el momento perfecto para usarlas.

The princess with sacred power Donde viven las historias. Descúbrelo ahora