XXIII

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Capítulo 23: Lo que no puede ser

—Sabes que no estoy de acuerdo en que te vayas—al día siguiente la Matriarca estaba despidiéndose de ambos jóvenes en el bazar

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—Sabes que no estoy de acuerdo en que te vayas—al día siguiente la Matriarca estaba despidiéndose de ambos jóvenes en el bazar. Obviamente había sido difícil convencerla para permitirle a la princesa partir, pero la seguridad y entusiasmo con el que Elizabeth le habló ayudaron a que aceptara. Les había preparado provisiones hasta para sobrar, le había preparado una bolsa de cuero especial a la princesa donde venía el ungüento especial junto a tela para vendar su herida de brazo y pierna y por supuesto le había dado indicaciones específicas a Meliodas para que la atendiera—Pero es tú deseo y necesitas hablar con tu padre—

—Te enviaré una carta cuando lleguemos al palacio, lo prometo—Matrona sonrió y se inclinó hasta depositar un beso sobre la coronilla de la princesa, luego, con cuidado, la ayudo a subir a su caballo (que se mostraba molesto por la arena cerca de sus patas) y luego se volteo hasta mirar al blondo.

Ambos se observaron, verde contra morado, el escolta le dedicó una reverencia a la matriarca con gran respeto y la enorme mujer solo se cruzó de brazos.

—Cuídala bien—

—Con mi vida—exclamó en voz alta, una sonrisa adornó el rostro serio de Matrona quien casi parecía orgullosa de aquellas palabras y finalmente colocó su mano sobre el hombro de Meliodas.

—A partir de hoy eres un amigo de las Gerudo, eres el único hombre que tiene acceso a nuestra ciudadela, solo por favor, no vuelvas a entrar a la fuerza como lo hiciste está vez—un sonrojo de vergüenza cubrió las mejillas morenas del héroe, pero solo atinó a asentir, tragándose las palabras para evitarse más vergüenzas. Entendía que su actitud no había sido correcta, pero en aquellos momentos la desesperación y preocupación fueron más fuertes—Tengan un hermoso viaje y por favor, tengan cuidado. El clan demonio sigue por ahí, afuera—

Un escalofrío recorrió la espalda de la princesa del reino y no pudo evitar contener el aire. Sus ojos negros, su magia oscura que la dejaba helada, la manera en la que habían jugado con ella justo como un gato perseguía a un ratón asustadizo. La tensión casi la hace sofocarse cuando la intensa mirada verde de su escolta se poso sobre ella.

Fue como si el sol volviera a salir por segunda vez. Todos sus miedos se fueron con la brisa de aire fresco que movió sus cabellos, y él la miró con tanta dulzura que su corazón antes asustado comenzó a latir rápido solo por él. En toda respuesta la albina le sonrió a Meliodas agradecida de tenerlo a su lado y negó con su cabeza asegurándole que todo estaba en orden. El blondo no quiso preguntarle, menos teniendo a Matrona a sus espaldas, ella parecía estar esperando la mínima señal para impedirle a Elizabeth partir.

—Gracias por todo Matrona, nos veremos pronto—

—Que las diosas iluminen su camino—y entonces finalmente comenzaron a avanzar, a paso rápido para alejarse del peligroso desierto tango como pudieran, sus caballos se quejaron por el camino arenoso, pero bastaba con que el escolta los llamara para que estos pudieran aguantar un poco más.

The princess with sacred power Donde viven las historias. Descúbrelo ahora