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— ¿Te gustaron las flores?— me pregunta Millo, sacándome de la nube en la que andaba.

— Si, gracias. Las rosas estaban preciosas.

— ¿Las Dahlias?— pregunta pero yo estoy segura que eran rosas. Una gran ramo de rosas rosas. Enorme. No recuerdo haber visto las dahlias, solo las rosas.

— Si, eso, seguramente las confundí por el punto en el que están. Pero gracias— le digo.

El se estaciona en la entrada principal de mi casa y baja a abrirme la puerta.

— Nos vemos mañana— le digo dándole un beso corto.

Tratando de mantener mis energías, entro y veo la mesa pequeña con el ramo que me había enviado Millo.

¿Y las rosas en mi cuarto?

— ¿Tú que haces aquí?— le preguntó a Ovidio cuando lo veo ahí parado al levantar la vista.

— Vine a verte chula— me responde. Se acerca a mi y me besa. Me alejo por impulso o no sé.

— ¿Todo bien? ¿Por qué te fuiste ese día?

— Perdoneme, se nos quisieron voltear unos pendejos pero ya lo arreglamos. Me vine de escapada a verla, nadie sabe pero tenía que ver esa carita tan linda.

Ay idiota por que dice cosas tan lindas.

— Le traje esto— me dice y saca una caja de su chamarra.

Era un reloj, un Tiffany muy lindo y elegante.

— No tienes que darme tus regalitos para recompensar tu falta de tiempo— le digo.

— Te los doy por que te los mereces, por que una mujer como tu se merece todo. Miles de joyas, miles de flores y miles de besos— intenta besarme pero me volteó y comienzo a caminar por la casa ignorándolo.

— ¿Y a que te refieren con una mujer como yo?

— Pues así de...

— ¿Guapa? ¿Es todo lo que soy o qué?— lo interrumpo.

— Eres medio odiosa y payasita tambien. Pero en el fondo muy divertida, inteligente, responsable; para nada amable pero eres como un sol. A veces quemas y a veces caes bien— no puedo evitar reír y lo volteó a ver.

—  Wow con esas metáforas. Deberías de componer canciones y dejar de traficar drogas— le digo deteniéndome.

— Lo que me pida, lo hago mi reina.

— Yo no soy odiosa.

— Preciosa si. Con esos ojitos y ese pelo largo café, con esas mechitas claras. ¿Como puedo estar asi de enganchado con usted si apenas me hace caso?— dice acorralándomelos contra la pared del pasillo.

— Solo estas hipnotizado por lo bonita que soy según tú. Tal vez ya nos habíamos visto antes pero nunca nos conocimos bien, aún no lo hacemos, solo conoces las apariencias y por eso estás así conmigo.

— Nadie va a negar que esta chulisima pero yo ya se que eres medio odiosa, detrás de esa carita, hay una plebe sensible, leal y cero amargada. Ya te conozco lo malo, solo queda lo bueno ¿No?— sus palabras me quitan la expresión cero amigos. El me deja besos en la frente, en el cabello, besa mi mano.

Luego me besa en los labios.

— Creí que me habías dicho palabras bonitas y me habías botado. Volví con mi novio.

— ¿Con el pendejo ese?— pregunta exaltado y se aleja por completo.— No mames Natalia, lo golpeé para que no se te acercara nunca más, no para que te lo siguieras ligando.

Herencia prohibida | OVIDIO GUZMÁN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora