3

399 27 0
                                    




— Natalia, te voy a llevar adentro ¿Si?— escuchó a Millo. SI, en definitiva ya me sentía ebria pero me había calmado un poco para que al llegar mi papá creyera que solo tome dos.

El me ayuda a salir del coche, toca la puerta y esperamos a que abran.

— Te quiero, gracias por traerme— le digo y le doy un beso.

Me abre la puerta Alma.

— Señorita su padre sigue en la casa de la pisicina, ¿Le ofrezco agua? O algo de comer.

— Mejor me voy a dormir, antes de que me vea mi papá— digo con la voz, supongo, atontada por el alcohol.

Es cuando lo oigo llegar al recibidor.

— Buenas noches señor, le ire a preparar de cenar a la señorita Natalia, con permiso.

Y me deja a mi suerte, con mi padre ahí. Aun que tambien tenía sus copitas encima, cuando venían esos hombre una botella siempre estaba presente.

— Hola papi, Millo ya no te vio pero agradeció. Yo me iré a dormir, ¿Estarás mañana? Probablemente me levante tarde o temprano para ir al club— le digo tratando de hablar lo más normal posible.

— Claro, pauli— me dice— me alegra que te diviertas. Ve a comer algo.

Uso todo mi equilibrio y  me dirijo a la cocina, tenía que llegara ahí, comer algo y subir a dormir. Vivir en esta casa se había vuelto fatal, aun que mi familia era unida, desde que mi padre había entrado a ese trabajo todo se había vuelto obscuro. Si, ahora teníamos una casa de 13 millones de dólares, teníamos muchos autos, se podría decir que lo teníamos todo. Pero la verdad era que desde ese momento no hacia mi padre más que preocuparse y cuidarse de todos.

Llegó a la cocina y abro el refrigerador, para al momento cerrarlo.  Honestamente con estos niveles de alcohol en mi organismo no sabía bien lo que hacía. Volví a abrir el refrigerador y saque lo que pude para hacerme algo, ¿Tortillas y queso? ¿Y Alma?

— ¿No necesita ayuda, güerita?— confundida volteó a ver de quien se trataba.

Era ese hombre, el guapo.

— Oye deberías de dejar de meterte a mi cocina— le digo.

— Tranquila, güerita, no se preocupe que por hoy ya me iba.

— No me preocupo, Ovidio— le digo y el suelta una risa leve. Bonita sonrisa.

— Déjame ayudarte con eso o te vas a quemar.

— ¿Eres el nuevo cocinero o que?— le digo.

— Tienes tu carácter plebe— me dice y le hago una cara. a lo cual vuelve a reír y solo le volteó los ojos y me volteó para ir a sentarme a la isla de la cocina, esperando a que ese hombre metiche terminará de hacerme mis quesadillas.

Mi telefono comienza a sonar.

— Hola Dannita— digo al telefono.

"After en casa de Mateo, paso por ti en 15 minutos" me dice al telefono.

— Como, me cambio y salgo. Pero espérame afuera, ya veré como me salgo.

"Con cuidado, te adoro y te espero"

Al dejar mi telefono suspiro, tenía que recuperarme ya, ya me había calmado pero necesitaba que se me bajara para que no hiciera una tontería y para que pudiera salir sin hacer un escándalo. ¿Como me iba a salir sin que las cámaras me vieran? Había aprendido trucos, puntos ciegos pero no estaba tan bien como para planear algo ahora.

— Gracias— digo al hombre guapo que me había dado mis quesadillas.

El se siente en la silla junto a mi. Y se me queda viendo.

Herencia prohibida | OVIDIO GUZMÁN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora