6

318 20 0
                                    



Ya estaba algo peda, pero ni así iba a besar al señor de cincuenta años que nos trajo en el.

Así que giro a mi izquierda y beso a Juan Carlos.

Seguimos jugando un rato, fuimos a la playa y la estábamos pasando bien. Últimamente lo único que hacía era ir de fiesta, era por que quería disfrutar mis últimos meses en Cancún y Mexico antes de irme a Nueva York. Aún que en el fondo no quería era lo mejor para irme del desmadre de mis papás.

Yo lo que quería era quedarme en Cancún, ir a la universidad con mis amigos, a la Anahuac o no se pero quedarme.

A parte asi se me hacía más fácil querer a Millo.

— Llévame a mi casa— le digo a Juan Carlos deteniendo su mano. No quería hacer nada con el, quería irme a mi casa.

— Natalia, estamos aquí— dice volviendo a poner su mano.

— Quiero irme ya, no tenía ni permiso— le repito poniéndome de pie mientras el me jala del brazo— yo ya me voy y si no me llevas tú llamo a mi papá y ya— agregue y se levantó rápido.

Habían rumores sobre mi familia pero en realidad nadie sabía nada de los verdaderos negocios, se preguntaban como el bar daba para comprar una casa de millones de dólares pero siempre era fácil engañar a la gente. Hace un año si se empezó el rumor de que mi papá era narco, por los animales que a veces tenía en casa, las decoraciones excéntricas y tanto lujo. Pero se quedó en solo un rumor tonto.

Todo el camino fue incómodo, Jc llevo a dos amigos a su casa y luego a mi.

Se detiene afuera del portón. Luego se acerca a mi y comienza a besarme, pero yo ya no estaba ebria ni pendeja, así que alejo su mano de mi y a él también.

— No mames no, lo de la playa fue por que Elisa lo dijo como juego pero no soy pendeja, en primera aún tengo asuntos con Millo y en segunda tu me dejaste por Areli— le digo, tratando de salir pero el me detiene.

— Natalia no mames, sabes bien que si te deje fue por que sentía que no te merecía, solo déjate, me besaste hace rato y es por que aún quieres conmigo. Tal vez solo me querías para un rato pero aquí estoy ahora— dice volviéndome a jalar había el y besándome aún que me trato de alejar.

— No, Juan Carlos, no quiero esas pendejadas de un rato. Déjame ya— digo pero no me hace caso.

Le doy una cachetada en la mejilla y logro abrir la puerta, salgo de su carro y me apuro a entrar a mi casa, abro la puerta peatonal y me meto emputada. Oigo como el viene detrás gritándome que vuelva con el.

Me alcanza y me toma por los hombros con fuerza.

— Ya princesa, solo acepta esto, terminaste con el wey de tu novio, solo hay que fluir— dice comenzado a besarme de nuevo a la fuerza

— ¡Fluyele pero a la fregada!— escuchó a Ovidio gritar, mientras sale de la casa casi echando humo— y quítale tus mugrosas manos de encima.

Ovidio comienza a empujar a Jc y el totalmente pedo y pendejo, le devuelve los empujones. Pero lo que no sabe es que Ovidio es un cabron.

— Jc vete ya, Ovidio vamos para adentro— le digo. Pero ninguno me hace caso por que están ocupados peleándose y gritándose— Ovidio sabes que no debes hacer esto.

— Tu padre me mando a cuidarte y eso hago Natalia.

— ¿Y este pendejo quien se cree? No sabes con quien te metes wey— le dice Jc. Error. Ovidio le suelta un puñetazo, le da otro y ese lo tira, de inmediato me pongo delante de Ovidio por que sabía de lo que era capaz.

Herencia prohibida | OVIDIO GUZMÁN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora