Oh, Chico Miel

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Mierda.

Saludé a mis padres intentando disimular que tenía a un chico de metro ochenta escondido en mi armario, temblorosa, con las manos frías y casi al borde de derramar gotas de sudor les dediqué mi mejor sonrisa para nada fuera de lo normal.

-¿Sucedió algo?- me miró mi mamá arqueando un ceja.

-No, ¿Por qué?- Mentí.

-No, nada ¿Y Oliver?

-En tu cuarto viendo televisión.

Mi mamá se estaba dirigiendo a mi cuarto y en ese momento me invadió el miedo: mi mamá abriendo las puertas del Armario para luego asesinarme de mil maneras por meter a un chico en mi cuarto sin su permiso; mi papá no se quedaba atrás, seguramente cogería el cabello de Liam y lo arrastraría por toda la sala mientras exigía alguna explicación que lo convenciera. Así es, soy niña de casa, por tanto siempre seguía las reglas y me daba miedo romperlas. Creo que estaba a punto de hiperventilar sino fuera por la voz de mi hermano que llamó la atención de mi mamá al otro cuarto. Joder, que maldito susto.

Mi papá se acercó a mí y me miró fijamente, temí, pero mantuve la postura.

-¿Qué?- le dije en tono grosero.

-Cuidado- se echó para atrás derrotado.

Le sonreí y él a mí, se acercó y me plantó un beso en la frente mientras me sobaba el cabello. 

-Voy a cambiarme- grité en dirección a mis padres.

Corrí hacía mi cuarto, cerré la puerta con seguro y abrí el armario. Le hice señas de que se callara, Liam parecía un puto muerto, no respiraba, no se movía, nada. Lo pellizqué, y se movió entre la ropa, resurgió de las entrañas de mis outfits y me jaló cerca suyo.

-Tu ropa huele dulce- Me decía susurrando en mi oído.

Le di un manotazo y le ordené salir. Salió y se sentó en mi cama, pero se levantó inmediatamente porque estaba empapada; a decir verdad, a mi también me molestaba esa sensación de humedad, ahora tenía que idear un plan para sacarlo de mi casa sin que mis papás se dieran cuenta.

-Ya sé, espera aquí, cuando te haga así con la mano pegas la carrera de tu vida hasta la puerta.

-Bueno.

Salí del cuarto y dejé entre cerrada la puerta para que Liam notara la señal. Me dirigí al cuarto de mis padres en busca de una conversación. La única buena noticia es que se irían a bañar juntos y me darían la oportunidad que necesitaba.

-Mami- llamé entrando al cuarto y sentandome en su cama.

Oliver estaba acostado viendo gameplays de Minecraft en el televisor, mientras mis padres se estaban descambiando y sacando de sus bolsos sus objetos personales.

-Voy a bajar a la tienda a comprar tostadas, Oliver debe tener la misma hambre que yo- dije.

-¿Tú no habías salido con ese amigo tuyo? ¿Cómo era que se llamaba? ¿Jacob, Jack, algo así?- dijo mi mamá.

-James- respondió mi papá serio.

-Sí, pero fue sólo un café, eso no llena nada- Respondí.

-Bueno, coge ahí plata de a mesa, compra dos bolsas, y trae mermelada de piña.

-Puaj, mermelada de piña- intervino Oliver.

Me levanté de la cama en busca del dinero como excusa para sacar a Liam, pero antes de salir del cuarto cerré la puerta. Abrí la de la puerta principal y miré a mi cuarto. Un brillo de esmeralda captó mi atención y en ese momento supe que tenía que hacer la señal. Maloik. Liam corrió como un tren subterráneo hasta llegar a mi lugar, donde se puso detrás de la pared, casi me cago porque mi papá estaba saliendo del cuarto.

-Dime- Lo miré.

-También trae una Coca-cola- me extendió unos billetes.

¡FIU! No se dio cuenta del rubio corriendo por la sala, ¡Gracias dioses del Olimpo!

Cerré la puerta, y me dirigí al primer piso, no sin antes exhalar con tranquilidad cerca de Liam.

-Tuviste suerte, chico miel- dije e intenté tomar un mechón de su clara cabellera. 

No lo conseguí. Era más alto que yo. Maldita genética del Winnie. Chasqueé la lengua aceptando mi derrota por la notable diferencia de altura, seguido le pegué otro manotón.

-Ya puedes continuar- dije.

-¿Qué cosa?- preguntó y lo miré refiriéndome a cierto tema.

-Ah, Charlie- Recordó mientras bajabamos las escaleras llegando ya al segundo piso.

-Yo lo llevé a un apartamento cerca de la casa que tenía en Detroit, ya sabes, de esos que tienen una gran cochera, más espacio para hacer cosas y ajá- Quiso explicar demás.

-Yo entiendo, no es necesario que sobre-expliques- Lo miré seria.

-Lo hice. Le pegué, era un momento de rabia, de celos, de posesión, no tenía control de mi mismo. Cuando recapacité estaba en el suelo de la cochera, lleno de sangre por todos lados. De cosa no lo maté. En ese momento había hecho otras cosas- me miró.

-¿Qué cosas?- pregunté.

-Le mandé fotos a James del cuerpo de Charlie, casi muerto con chorros y chorros de sangre saliéndole por la nariz, la boca, la cabeza, mejor dicho, creo que me había convertido en uno de esos tipos de Kengan Ashura y lo había tomado como saco de boxeo- Me tapé la boca involuntariamente por la sorpresa de su relato.

Que horrible persona había sido, y tal vez nunca dejaría de ser. Lo miré con desprecio.

-¿Sólo por celos? ¿Por una chica que tal vez no valora el esfuerzo que has hecho casi toda la vida?- Lo jalé de la camisa roja, mientras lo miraba fijamente.

-Lo siento- Se disculpó.

-No es a mi quién debes decirle eso- Lo solté para alzar mis manos.

-Yo sé que lo que hice estuvo mal, todo. Mierda, si pudiera volver al pasado y remediar todos mis errores- Se agarró su cabello con la mano derecha.

-Pero no puedes, esto es el presente, ya lo que hiciste, hecho está- Negué con mi cabeza.

-¿Nunca te disculpaste con Charlie? O sea, si sabes que volvió y todo eso es porque siguieron en comunicación, o porque tú lo espiabas, una de dos- Dije.

-Tan lista- me sonrió para no llorar.

-Nunca es tarde para enmendar tus errores, creo que aún puedes disculparte. Yo sé que un "perdón" no cura el daño que le hiciste, y que tal vez tuviste tus "razones", pero no quita lo que pasó, y es mejor tener una buena relación. ¿Hace un año fue eso, no? Estás a tiempo a cambiar sus recuerdos sobre su estancia en Mich- No terminé de hablar. Él me había interrumpido.

Liam estaba abrazándome, su olor a Boss se coló por mi nariz, tan cómodo y tan profundo, que no me importó ya estar a puertas del primer piso. De manera instintiva el dinero que tenía empuñado en mi mano se resbaló como el aceite con el que había soñado y preferí agarrar su espalda en vez de recogerlo.

Estaba confirmado, él se sentía como The Pooh.

Quería cerrar mis ojos para disfrutar de su olor y presencia, cuando noté una silueta que estaba parada enfrente de mí y detrás de Liam. Me sobresalté para luego alejarme del rubio.

Hace tiempo no me visitaba.



Until We Are TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora