Arrepentirse

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Es ella la que ahora no puede seguir su ritmo.

—¿Está mal que te toqué así? —pregunta con un rayo de incredulidad Donovan. Está por quitar sus manos.

—Solo me inquiete un poco. Pero si te gusta, puedes seguir.

Él asiente y con moderación continúa masajeando sus firmes pechos, sus manos se ralentizan, no sabe que más poder hacer. Pero su instinto de hombre por primera vez despierta, sin tener idea, baja conduciendo sus manos a cada costado de la cintura de Koa, desliza sus manos con la presión y suavidad suficiente para que a ella se le erice la piel, y más aún cuando llega a sus caderas.

A Koa se le suaviza el rostro, esas expresiones siempre duras desaparecen.

Su visión se pierde por un segundo, y su respiración también al ser acariciada. Tarda en recuperar el aliento. Pero al contrario de ella, él no pierde de vista la ubicación de dónde están posadas sus manos, las quiere llevar al seductor lugar que lo excita estrujar, a los pliegues de su ingle, ese lugar lo atrae inexplicablemente. Él aplica tal movimiento y al instante Koa oprime el vientre y suelta un leve gemido. Donovan capta una nueva esencia inolora en el ambiente, le agrada, sin duda sabe que se deriva de la coyuntura de su enardecimiento.

Está claro que ella ya está preparada, sin embargo aún no sabe si él también lo está. Antes de asegurarse de ello, decide cerrar sus manos entre su cuero cabelludo, es sedoso y liso. Momentáneo, baja su cara despacio acercando sus labios con los de él, antes de juntarlos, espera con una mirada la aprobación de él, no quiere causarle disgusto, de antemano sabe que el pudor de otra persona lo envuelve en un crudo mar de sensaciones.

Y sin que pase más de dos segundos, Donovan termina de juntar los labios, pero no los mueve, solo los presiona en contra de los de ella, como de piquito. Mientras él cierra los ojos, ella continúa con los suyos abiertos. Esta vez, no tarda en reaccionar y guía el beso, ladea la cabeza y entre abre con sus mismos labios a los de él, después hunde su labio inferior entre los de él, amortigua el beso deslizándolo hacia su cara. Quería profundizar con su lengua, pero pensó que podía ser muy invasivo.

Y sin saber qué diablos está haciendo, Donovan jinetea las caderas. De pronto Koa se cierne con él y sus movimientos, lo cual la sorprende.

—¡Wau! ¡Wau! ¡Oye, oye! Permiteme, ¿no?

Él con la respiración abrumada se detiene en seco.

—Déjame averiguar algo —le dice Koa. Quiere descubrirlo, quitarle el pesado edredón que tapa la otra mitad de su cuerpo, en cuanto intenta hacerlo Donovan se exalta. Teme. ¿De verdad necesita ver esa parte de él, es necesario?

—¿Es necesario que me descubras? —le pregunta Donovan.

La cara de Koa es un enorme signó de interrogación ¿En serio está preguntando eso?

—¿Qué tan virgen eres? —espeta con cara fría.

—¿Cómo que tan virgen? —pregunta evidentemente molesto.

—¿Has visto porno, leído?

—¡No! —grita indignado.

—¿Has tenido sueños húmedos?

—¡No!

—Entonces ¡Te has masturbado siquiera!

—¡Nunca!

—¡Dios! Eres virgen hasta de la mente.

—Virgen, es ser virgen, punto. ¡Deja de inferiorizarme!

Arrepentida, Koa suaviza sus facciones.

—Perdón. Solo quería tener contexto —respira y exhala tranquila—. Donovan, para quitarte lo virgen necesito tu pene caliente y duro, más que nada erecto. Para... —se salta esto, siente como si estuviera hablando con un pobre inocente—. De acuerdo, déjame ver.

Adiestrando Al Enemigo (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora