Venganza

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Al fin ha llegado el día, Koa respira al aire libre fuera de esas rejas. Sonríe de en par, en par, pero rápidamente su sonrisa se esfuma, no tiene nada, ser marine era todo para ella, significaba: un sueldo, un techo, superación.

Sin más opción prosigue con su triste destino.

El único lugar que ha encontrado Koa para quedarse es en la casa de la madre de su mejor amigo y compañero Irving, sin embargo, siente que su estadía está de sobra, hay muchos habitantes, muchos hermanitos de Irving. Y la casa es muy pequeña, ella apenas se acomoda en la sala, ya no quiere seguir robándoles su espacio. En cuanto consiga trabajo se irá.

Ya en la oscura noche, entre esos pequeños cuerpos que la estrechan siente un hueco en el estómago, le preocupa que su hermanita piense que se ha olvidado de ella y que ya no la quiere, y sobre todo en esa edad en donde la mayoría es tan susceptible. Aun así, piensa que sigue siendo lo mejor. Ahora es una vergüenza, su madre y hermana no deben saber que estuvo en prisión y perdió su trabajo.

«Mientras no pueda ser un ejemplo, no volveré, y menos como una fracasada, no le daré ese gusto a mi madre», piensa Koa.

Después de días en hacer todo esfuerzo para conseguir un empleo, y que todo al final resultará en vano, el odio y el rencor la ven cegada. Las lágrimas saben saladas, pero sabe peor aún; la sensación de que ese hijo de puta que la encerró injustamente en prisión este tan cómodo disfrutando de su vida como si nada, mientras a ella se la está llevando el carajo.

Detrás de un arbusto se esconde Koa. Le fue sencillo ingresar a las instalaciones del hotel gracias a su experiencia como marine. A lo lejos observa a ese «malnacido», a sus ojos luce enfadado, él está con una chica como de su edad, ella hace pucheros enojada como niña. No alcanza a escuchar nada, pero por sus gestos deduce que están discutiendo.

Y efectivamente lo están haciendo.

Unos segundos más, cada uno toma caminos opuestos. Por su parte, Koa decide darle un ataque sorpresa al anochecer.

Y estando allí, logrando burlar la seguridad y escabullirse entre los huéspedes y personal, Koa llega a la habitación de su objetivo. En un principio le pareció raro que una persona viviera en un hotel, pero finalmente mejor para ella.

Koa se planta en el medio del sofá con una navaja en manos, su rostro es sombrío. Espera ansiosa por la llegada de su enemigo, pero pasan horas, y horas, y ese hombre no llega. Ya aburrida se desploma en el sofá.

«¡Con una mierda! Ni siquiera en esto la suerte está de mi lado», exclama en su interior.

Sorpresivamente, al escuchar el timbre de la puerta abrirse, recupera la postura «Al fin». No obstante, se trata de la chica con la que él estaba en la tarde, ella no es su objetivo, aprieta los dientes de la frustración. Aprovecha que ella va con la mirada abajo y se esconde detrás de las persianas. Koa deduce que es la novia del sujeto.

La chica rubia alegremente comienza a servir vino en dos copas.

«Qué extraño», piensa Koa, sin embargo, lo que le parece extraño no es que sirva vino, sino el polvo blanquecino que revuelve en una copa. «Esta chica trama algo, y no es nada legal».

Donovan entra y al ver a su supuesta novia desencaja en rostro. Se molesta y trata de correrla, a pesar ella se resiste. Terminan sentados en la sala, él frunce el ceño sin decir ni una sola palabra.

—¿Por qué eres tan callado? —le pregunta coquetamente la chica.

Y él como siempre responde con su característica «amabilidad».

—¿Y tú por qué hablas sin parar? Dime ¿Necesitas revalidarte con palabras para sentirte importante? ¿Te pone nerviosa el silencio? —Melanie avergonzada pasa saliva, sus mejillas se le enrojecen—. Ahora, ¿prefieres que sea callado o que te siga preguntando? —Donovan enarca una ceja intolerante.

Adiestrando Al Enemigo (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora