El cuerpo no tiene la culpa

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Dos semanas han pasado desde que Koa y Donovan llegaron a Londres, dos semanas donde los dos necesariamente han tenido que coexistir. Las cosas entre ellos siguen normales, por supuesto, lo que es habitual para su enemistad, discutir e insultarse.

Sin embargo, a pesar de que Donovan odie a esa chica, no ha podido evitar que le llame la atención sus raros hábitos, según sus recuerdos cuando la conoció por primera vez, la impresión que le dio fue que era una marine descuidada y maloliente que no tenía el más mínimo pudor de higiene.

Pero lo que le resulta extraño es que durante estas dos semanas se ha percatado de que la marine tiene una obsesión por asearse en repetidas ocasiones durante el día, le parece exagerado, ya ni siquiera él que tiene una grave repulsión contra los malos olores se baña tantas veces como ella, cree que con dos veces al día es suficiente. Se pregunta qué es lo que la conlleva hacerlo. Sea lo que sea lo agradece porque así le es más fácil tener a un humano cerca, se ha vuelto muy tolerable de soportar.

Y en el caso de Koa durante las mismas semanas, a ella también le ha llamado la atención algo sobre él; esa repulsión que Donovan continúa teniendo tanto a los malos olores, como buenos olores, no importa del cual se trate, él detesta cualquier aroma.

Subraya que con ello aplica sus rigurosas reglas en casa, o mejor dichas reglas para los empleados:

Cada mañana por orden suya su asesor se encarga de hacer una checklist de higiene personal a cada empleado donde inspecciona que se hayan aseado adecuadamente y tenido un buen enjuague bucal, también que no se hayan colocado perfume o un desodorante que no sea neutro, por último confirma que tampoco estén utilizando suavizante en sus uniformes, o cosas de uso personal que emita aromas.

A su ver, es explotación laboral y abuso de poder, porque esas reglas son invasión a la privacidad, son excéntricas.

Para rematar, Koa calcula que actualmente él solo cuenta con tres empleados porque a diario le presentan renuncias gracias a sus exageradas normas. No obstante, precisa que ella, al contrario de los demás, estás reglas no le afectan, ya qué tiene un estricto habito de higiene personal, aunque acepta que a veces hace cosas que apestan para molestar a Donovan, pero es muy diferente a que ella apeste.

Finalmente, empieza a creer que en verdad tiene un problema importante con su olfato.

...

En un lugar de la extensa casa, en la cocina, Koa se encuentra con algunas de las empleadas conversando y con el asesor que solo se limita a escuchar.

No pueden evitar despotricar en contra de su jefe, aprovechan para desahogar todas sus frustraciones. El asesor se niega a hacerlo también. «Pero vaya, a pesar de que siempre está a su lado soportando su mal genio, y de que Donovan no deja de tratarlo como un empleado más, aun así se rehúsa a hablar mal de ese ingrato», piensa Koa ante su silencio.

-Usted parece su sombra, usted también tiene una vida -expresa Koa.

-Ese es mi trabajo -el asesor dice sutilmente mientras encorva el cuerpo y se distrae secando un vaso.

Koa no logra entender «¿Su trabajo?».

-Oh -Koa no le interesa entender, por lo que pasa de tema. Su vista se dirige al joven arrogante sin alma, él está ejercitándose en la sala. Desde ese punto y con esa camisa de resaque que él trae puesta, puede apreciar los músculos enmarcados de sus brazos, también a sus pectorales y sus costillas que sobresalen de esa suave y elástica tela pegada a su cuerpo. Por último, nota su abdomen tonificado y sus piernas largas bien trabajadas, admite que tiene un cuerpo hermoso, como el de un bailarín o algo parecido.

Una de las empleadas le levanta la quijada.

-¿Por qué lo miras así, si tanto lo odias? ¿Acaso quieres con el demonio?

Koa frunce el entrecejo, y rápidamente quita la mano de la empleada de su cara, y retoma un metro de distancia.

-Quítenle el alma, el cuerpo no tiene la culpa.

Las dos empleadas se ríen a carcajadas, están de acuerdo con ella, nadie le quita lo hermoso, dicen. Cualquiera se enamora de él al verlo, solo hasta pocos minutos antes de tratarlo o que él muestre ese espléndido carácter que lo caracteriza, dialogan.

Koa antes de volverlo a ver, recordaba vagamente su apariencia por la pelea, únicamente lo que se le quedó muy grabado en su mente, fueron sus ojos azules penetrantes con los cuales la miraba furioso. Solamente hasta hoy que le ha puesto atención a su demás cuerpo, se ha percatado de lo atractivo que es, y que siente otra sensación que no es odio, al verlo.

-Prefiero estar con un feo, que soportar su carácter -dice una de las empleadas.

-Mm, yo tampoco soportaría ese carácter de mierda, pero si lo soportaría todo adentro, aunque sea una sola vez -confiesa con sinceridad Koa.

El asesor al escucharla tose abruptamente de la incomodidad, mejor opta por retirarse. Las empleadas y Koa ríen al verlo irse, solo están bromeando, excepto Koa.

-¿En serio te atreverías a estar con él, después de lo que te hizo? -pregunta una de las empleadas.

-Qué más da. Siempre me atrae puro pendejo, un pendejo menos, un pendejo más. Solo sería un intercambio de cuerpos, no de almas.

Se escucha un grave carraspeo por detrás de ellas, se giran con temor.

-Disculpen.

Adiestrando Al Enemigo (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora