¿Quién es el perro?

45 8 3
                                    

Una vez de vuelta a casa, Koa intenta encontrar a Donovan, pero no tarda mucho en declinar. Sale al jardín, el sol todavía está puesto y cala en sus mejillas, sin embargo, estar encerrada dentro de cuatro paredes después del confrontamiento con la familia de Donovan, la agobia. Necesita despejarse.

Compartir unos minutos el mismo espacio que esa familia fue asfixiante, agotador, el ambiente se sentía tan hostil y pesado, no imagina lo que es tener que lidiar con ellos toda una vida. Si ella fuera Donovan ya hubiera cortado lazos, bueno, como ella misma lo hizo con su madre, y es que hace tiempo se independizó, a los 17 años. Sin embargo, le pesa haber dejado a su hermanita atrás. Por el momento no puede estar presente en su vida, pero al menos intenta hacerse presente económicamente.

De pronto se desploma en las escaleras de la entrada y reposa su cara entre sus brazos y rodillas, está cansada, de estar sola y lejos. A veces tan solo quisiera dejar de siempre poder sola, y permitirse dejar caer su cabeza en un hombro. 

Una voz grave interrumpe sus pensamientos, antes de recomponerse sus expresiones vuelven a endurecerse. Al pararse se encuentra con unos ojos verdes esmeralda que la escanean con disimulo, es un hombre muy alto, casi de la misma estatura que Donovan, tiene facciones masculinas atractivas, cabello castaño rubio con algunas cuantas canas a los costados, el padre de Donovan.

El señor George le da un breve saludo y luego pasa a la casa caminando erguido y con la cabeza en alto, Koa va detrás de él para avisarle al asesor.

El asesor, al ser avisado de inmediato, va a atender al señor George, estando allí, le pide a Koa amablemente que llamé a Donovan.

Donovan tarda media hora en decidirse en bajar. Cuando al fin sale de la habitación, después de que Koa le ha avisado, la encuentra sentada afuera en la puerta, aun así la ignora totalmente.

Al pie de arriba de la escalera, Donovan mira sin interés a su padre abajo en el recibidor, estudia las expresiones faciales de su padre, cejas fruncidas y un ojo más achicado que el otro, sabe que significa que la paciencia se le ha agotado.

—Finalmente decides bajar —dice su padre en un tono sarcástico—. ¿Qué te tomó tanto tiempo?

—No tenía prisa. No esperaba verte tan pronto —saluda con desdén Donovan. Baja despacio, bajando un pie a la vez y con la mirada al frente, al igual que la postura de su cabeza, solo mira hacia abajo por momentos para mantener el control de los escalones y escapar de la mirada de su padre, que sin duda es de reproche.

—¿Cómo estás? —aunque su pregunta parece ser de preocupación, por su tono parece ser más un regaño.

—Perfecto —fuerza una sonrisa.

—¡No puedes estar perfecto! Te fuiste. No es la forma de resolver un problema Donovan —entona con una expresión seria.

—No empieces papá...

—No voy a empezar, voy a terminar —pronuncia con autoridad—. ¿Qué has estado haciendo últimamente? ¿Encerrado aquí sin hacer qué? ¿Está es tu vida?

—Sí, humildemente mientras ustedes trabajan para mí.

Los ojos de George se desorbitan.

—Actúas como si no te importara nada.

—Tal vez no me importa.

—Pensé que habías recapacitado, cambiado.

—¿Y qué es exactamente lo que pensaste que cambié, papá?

—Tu forma de actuar. Madurado.

—Sería más fácil cambiar de hijo, o hacer como que no nací, o esté muerto.

Adiestrando Al Enemigo (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora